Capitulo V De qué Modo hay que Gobernar las Ciudades o Principados que, ante

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Hay tres modos de conservar un Estado que, antes de ser adquirido, estaba
acostumbrado a regirse por sus propias leyes y a vivir en libertad: primero,
destruirlo, después, radicarse en él; por último, dejarlo regir por sus leyes,
obligarlo a pagar un tributo y establecer un gobierno compuesto por un corto
número de personas, para que se encargue de velar por la conquista. Como ese
gobierno sabe que nada puede sin la amistad y poder del príncipe, no ha de
reparar en medios para conservarle el Estado. Porque nada hay mejor para
conservar - si se la quiere conservar - una ciudad acostumbrada a vivir libre que
hacerla gobernar por sus mismos ciudadanos.
Ahí están los espartanos y romanos corno ejemplo de ello. Los espartanos
ocuparon a Atenas y Tebas, dejaron en ambas ciudades un gobierno oligárquico,
y, sin embargo, las perdieron. Los romanos, para conservar a Capua, Cartago y
Numancia, las arrasaron, y no las perdieron. Quisieron conservar a Grecia como lo
habían hecho los espartanos, dejándole sus leyes y su libertad, y no tuvieron éxito:
de modo que se vieron obligados a destruir muchas ciudades de aquella provincia
para no perderla. Porque, en verdad, el único medio seguro de dominar una
ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla. Quien se haga dueño de una
ciudad así y no la aplaste, espere a ser aplastado por ella. Sus rebeliones siempre
tendrán por baluarte el nombre de libertad y sus antiguos estatutos, cuyo hábito
nunca podrá hacerle perder el tiempo ni los beneficios. Por mucho que se haga y
se prevea, si los habitantes no se separan ni se dispersan, nadie se olvida de
aquel nombre ni de aquellos estatutos, y a ellos inmediatamente recurren en
cualquier contingencia, como hizo Pisa luego de estar un siglo bajo el yugo
florentino. Pero cuando las ciudades o provincias están acostumbradas a vivir bajo
un príncipe, y por la extinción de éste y su linaje queda vacante el gobierno, como
por un lado los habitantes están habituados a obedecer y por otro no tienen a
quién, y no se ponen de acuerdo para elegir a uno de entre ellos, ni saben vivir en
libertad, y por último tampoco se deciden a tomar las armas contra el invasor, un
príncipe puede fácilmente conquistarlas y retenerlas. En las repúblicas, en cambio,
hay más vida, más odio, más ansias de venganza. El recuerdo de su antigua
libertad no les concede, no puede concederles un solo momento de reposo. Hasta
tal punto que el mejor camino es destruirlas o radicarse en ellas.

El príncipe de Nicolás maquiaveloWhere stories live. Discover now