Capítulo II: Secretos

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El agua tibia caía sobre el alargado rostro de He Tian. Sus ojos permanecían cerrados y con ambas manos llevaba su cabello mojado hacia atrás. Cerró la llave de la ducha y tomó una toalla blanca para secarse; después la amarró a su cintura y salió del baño.

Un exquisito aroma se escapaba de la cocina apropiándose con rapidez de cada rincón de la casa. He Tian se asomó curioso, pero antes de salir decidió ponerse algo de ropa primero.

Se apareció en la cocina vistiendo solamente un buzo gris de algodón. Los únicos sonidos que se escuchaban eran los de los platos siendo puestos sobre la superficie de la mesa y el crujir de algunos de los alimentos aun friéndose en la sartén. El cocinero permanecía silencioso entre sus labores.

He Tian se sentó en una de las sillas del desayunador esperando ser atendido pronto. El malhumorado chico pelirrojo sirvió ante él un tazón de fideos acompañados de carne de res y verduras condimentados con una deliciosa salsa de soya. A la par, un caldo de entrada decorado con frescas hojas de perejil.

—Estoy impresionado— rio con genuina satisfacción el semidesnudo comensal. El otro le dio la espalda y se dirigió a uno de los sillones pequeños de la sala en donde había dejado su mochila. Colocó ambas correas en sus hombros y enrolló su chaqueta al bolso.

-¿No te quedas a cenar? - lo interrumpió He Tian con tono sarcástico.

-¡Vete al diablo! - espetó el pelirrojo mientras se conducía a la salida.

-¡Espera! - exclamó He Tian a punto de derramar la última gota de paciencia del otro -¿Y el postre?

El pelirrojo regresó lleno de ira a la cocina. Sobre la estufa ya apagada,  cogió la olla que contenía el caramelo recién hecho. Sirvió en un plato alargado los pequeños cortes de plátano que había preparado y los tiró frente a He Tian. Lo miró directo a los ojos con una mirada explosiva y vertió el caramelo lentamente sobre el plato.

Al terminar, arrojó la olla al lavadero de la cocina y dio largos y rápidos pasos hasta la salida. He Tian estalló en risas.

-¡Buenas noches! - le gritó desde adentro. El chico tiró la puerta al salir y He Tian supo en ese instante, lo mucho que se divertiría a costa de él.

[...]

A la mañana siguiente, He Tian divisó en la entrada de la escuela a su presa. Comenzó a acercarse él, pero entonces, alguien más apareció. Era un chico con el mismo uniforme que ellos, quizá de la misma clase que el pelirrojo. Ambos mantenían una conversación normal, pero el tono se elevó un poco. Parecían discutir por algo.

He Tian se ocultó detrás de un muro cerca de donde se encontraban hablando. Se aproximó con sigilo para pasar completamente desapercibido; una vez instalado, empezó a escuchar con atención cada detalle de la conversación.

-¡¿Cuál es tu maldito problema?! No puedo creer que hayas sido tan estúpido para empezar una pelea y por algo tan insignificante. ¿Qué mierdas estabas pensando cuando lo golpeaste con una roca?

-Oye, yo... ¡No lo sé! Fui un imbécil, lo sé, lo admito. Pero temo lo que pueda pasar ahora. Ese tipo dijo que ninguno de los dos dirá nada, pero ahora él está chantajeándome o al menos eso es lo que hará, seguramente.

-¿Acaso quieres terminar encerrado como tu viejo?

-No vuelvas a mencionar a ese infeliz de nuevo.

-Oye, lo siento, ¿sí? No quise decir eso. No te lo tomes a pecho.

-¡Púdrete!

-¿Sabes qué? No quiero tener nada que ver con esto. Fingiré que nunca me contaste nada y simplemente viviré mi vida tranquilamente. No tengo porqué involucrarme en tus asuntos. 

El Amante de mi EnemigoWhere stories live. Discover now