Los Juegos del Hambre, esa fría competencia en la que lo que algunos se divierten mientras que otros sufren. Hasta ahora el Capitolio ha conseguido mantener a los distritos bajo sus garras, imponiendo las reglas de cosecha para los Juegos del Hambre...
Desde ahí lo único que vi fue un ir y venir de golpes entre los dos muchachos. No podía detenerlos, no eran simples empujones, no podía meterme en el medio sin ganarme un buen golpe. Igualmente me acerqué corriendo, al igual que varios tributos, nadie prestaba atención a la entrevista de la chica del distrito 9.
-¡Basta, Cato! ¡Paren por favor!- los agentes de la paz se dirigían a paso rápido en nuestra dirección para detener la pelea. Los separaron de manera brusca y los mandaron a su lugar, vi la cara de Cato y sentí escalofríos. La cara de Xavi dirigiéndose a mi no era muy diferente. Se colocó detrás de mi y no me atreví a mirarlo. No sabría que decirle, no sabría que hacer.
Me sentía mal, sentía que causaba eso. Sin embargo, realmente no fui la culpable de esa reacción de Cato ni de que Xavi optara por confesarse ante todo el Capitolio y todo Panem. Sabía que era una forma egoísta de ver las cosas, pero realmente tampoco quería sentirme así de mal. No me quería ni imaginar que pasaría si Cato y Xavi se encontraran en la arena. Corrí esos pensamientos de mi mente y solo esperé a que se terminaran las entrevistas de una buena vez. Por último entrevistaron a Séneca Crane, Cesar pidió su opinión individual de los tributos y sus expectativas acerca de estos juegos. Nada muy interesante, favoreció a los profesionales e igual que cada año dijo que tenía altas expectativas en los juegos.
Al fin terminaron las entrevistas y lo cierto es que en lo menos que pensé fue en las entrevistas, mi mente volaba, pensaba en todo y en nada a la vez. Solo quería llegar a mi habitación, quitarme todo esto, darme un baño e ir con Cato. No sabía que me esperaría en esa terraza, pero no era algo que afectara demasiado en mi decisión, yo iría. En el fondo sentía temor, no quería pensar que tal vez Cato no asistiera y yo terminara llorando sola en una terraza desolada. Ignoraba ese sentimiento.
Walizka y Cecelia nos escoltaron hasta el Penthouse, todo en completo silencio. Subimos en el ascensor, y extrañé los brazos de Cato a mi al rededor intentando protegerme de mi misma. Llegamos a nuestro piso y salimos de la caja de metal.
-Vayan a relajarse, a la hora de la cena tengo una charla pendiente- fue la primera vez en que Cecelia hablaba de una forma tan severa. Suponía que no me tocaría la parte más fuerte de la charla, pero igualmente sabía que algo me esperaba.
Corrí a mi habitación. Me saqué el vestido, los zapatos y quedé en ropa interior. Fui al baño y quité todo el maquillaje que tenía. Era una liberación. Desarmé el peinado y me dio lastima, era muy lindo. Me metí a la ducha y me di un muy relajante baño, lo necesitaba. La espuma y el rico olor me tranquilizaron de a poco. Al terminar salí de la ducha y el secador desprendió un suave olor frutal y para mi sorpresa desprendía unos delicados destellos que se iban colocando de manera discreta en mi piel. Era un toque demasiado bonito. Me coloqué la ropa interior y luego me vestí.
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Me encaminé al comedor, suponía que ya era la hora de la cena. Y no me equivoqué. Estaban todos allí sentados, faltaba Xavi. Me senté en una de las dos sillas libres que quedaban. Octavio como siempre era quien me reconfortaba, me dirigió una mirada e hizo una cara divertida que me hizo sonreír. Si moría en los juegos, me alegro demasiado de haberlo conocido. Unos minutos después llegó Xavi con una cara no muy amigable y se sentó a mi lado. Lo observé, me disgustaba mucho que estuviera mal. Notó mi mirada sobre él y me observó, sus rasgos se relajaron levemente, pero apartó de nuevo su vista de sobre mi.
