Capítulo 1.

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Los rayos de sol entraban de manera oblicua por la ventana, produciendo armoniosos destellos dorados en aquellos objetos donde se reflejaban, dándole un aire matinal y somnoliento a la habitación.

La dulce y refinada niña escuchó entre sueños perfumados el melodioso canto de un pajarito, que picoteaba con dulzura el acristalado ventanal.....

Esta hubiese sido una bonita manera de empezar una historia, ¿verdad?

Pues no. La realidad es muy distinta.

El fuerte sol descargaba su luminosa ira sobre los cerrados ojos de la chica pre-adolescente que se encontraba apoyada sobre la cama.

Y digo apoyada, que no tumbada, ya que más de la mitad de su cuerpo estaba descansando sobre la mullida alfombra compuesta por una multicolor orgía de minúsculos trocitos de trapillo.

Ambas eran ya viejas conocidas nocturnas.

La chica, al parecer, había desarrollado la envidiable capacidad de pernoctar casi en cualquier lugar, la comodidad no era problema para ella. El ruido, sí. Hecho que se advertía por las ventanas bordeadas de madera herméticamente cerradas, además de la pesada puerta cerrada de la habitación, por supuesto.

Contened la respiración, creo que nuestro pequeña reencarnación del demonio está despertando.

Para los que sean demasiado mayores para acordarse de su adolescencia, sí, se merece ese apelativo del que parece enorgullecerse.

Y para los que sean demasiado jóvenes para entender los diferentes estados de ánimo a los que será expuesta nuestra protagonista.... Ya os tocará.

Abre los ojos, los vuelve a cerrar, se deja caer lánguidamente sobre su amiga la alfombra (bautizada como Foffy hace dos años por un batido de vainilla ), con la mejilla izquierda aplastada contra ella y sus brazos sepultados bajo su propio cuerpo, dejando escapar un suspiro de indiferente satisfacción. Y ese es uno de los sonidos comunes que saldrán de su boca, aparte de los roncos gruñidos (palabras, según ella) con los que se comunica con el resto del mundo.

Y es que en verano, es algo normal.

Para la hormonada criatura que se encontraba tirada sobre la gastada Foffy, el verano era más bien el bálsamo reparador de todas las heridas de guerra producidas durante el curso escolar.

Porque sí, eso era un auténtico horror. Pero ya se había librado de él. Ya no tenía que preocuparse por los deberes, exámenes y demás menesteres.

Nada de eso, era libre como un pajarillo. O todo lo libre que un pájaro puede ser dentro de una jaula.

Aunque una jaula muy bonita, a decir verdad. Las paredes de su habitación fueron pintadas años atrás por su madre y ella de un color azul que recordaba al cielo después de una tormenta.

Pero para tormenta la que se armó ese lejano día en el que a su madre le dio un de sus comunes y muy variables prontos por reordenar, reorganizar o reubicar cualquier cosa de la casa.

De hecho, casi todos los meses le daba por hacer alguna actividad creativa con la que entretenerse y decorar la casa (de amigos y familiares también, cuando le era posible): pintar cuadros, habitaciones, cambiar los muebles de lugar, comprar otros nuevos...

La habitación no era ni muy grande ni muy pequeña. Normalita.

Bueno, si con normal, la gente se refiere a que cada una de sus cuatro paredes estén absolutamente forradas con una incalculable cantidad de pósteres, fotos de la chica con familiares y amigos varios, recortes, frases de algunos personajes de cine favoritos de la chica, dibujos de cosecha propia, fotos de gente a la que admiraba, fotos de gente normal, o simplemente fotos que le gustaban.... (Aunque ella no aparezca en ellas o la gente no apreciase a simple vista el porqué de esas fotos)

Sí, era una habitación totalmente normal.

Vamos, que de la pared azul tormentoso se veía más bien poco.

Pero eso era lo que le gustaba a nuestra pequeña Mayerly. El hecho de que cuando alguien entraba a su habitación, lo primero que viese fuese una explosión de colores, imágenes absurdas, dibujos sin sentido o, simplemente, se llevase un auténtico puñetazo visual.

Porque así se veía ella, original.

-¡MAYERLY ADOLFA VANCE! ¡BAJA AHORA MISMO A DESAYUNAR!

Y así, con una sencilla orden, toda la paz y tranquilidad de la que había estado disfrutando se esfumó. Su madre era una mujer de mucho carácter, y casi siempre empezaban el día con gritos ensordecedores que lo único que hacían era molestar al vecino.

Mayerly Adolfa Vance, o May para abreviar, soltó un gruñido amortiguado por Foffy en señal de protesta. Nunca le había gustado que la llamasen por su segundo nombre, por lo que su madre aprovechaba a hacerlo cada dos por tres. Un encanto, sí.

Haciendo acopio de toda la fuerza de voluntad que pudo encontrar en su interior, a las once de la mañana en un caluroso día de verano, se levantó y se volvió a sentar en la cama.

Echó un vitazo soñoliento a su alrededor mientras se rascaba la espalda y dió un gran bostezo. Relajada, se dirigió descalza a la puerta, la abrió con un sonoro chirrido y salió.

La habitación se quedó con una atmósfera calmada y quieta, casi perfecta. Incluso los pájaros sonaban más dulcemente acompañando al exquisito silencio...

Nada que ver con la escena que se desarrollaría en la planta de abajo minutos más tarde.


Por favor, si hay faltas notificarlo y yo corrijo. Soy humana, ¿vale?, y me equivoco más de lo que me gustaría.

¡Hasta lueguito!

Herculean.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora