Capítulo 13 El quinto Domingo

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Después de un par de horas, Candy despertó y percatándose de lo que descansaba encima de ella se le aceleró el corazón de alegría. Ahí estaba su rebelde, durmiendo tan tranquilo, con su rostro tan apacible y su pelito desmarañado. Estando así sobre ella y aunque profundamente dormido, Terry la tenía abrazada posesivamente. Candy no pudo evitar repartirle besos en el pelo y en su bello rostro, así como también le acarició tiernamente la espalda desnuda. Que Dios la acompañara si ese acto les traía serias consecuencias, ese había sido el momento más feliz, mágico y maravilloso de su vida y no se arrepentiría jamás.

Terry comenzó a moverse inquieto, estaba despertando. Cuando por fin abrió los ojos y su mirada se cruzó con la de Candy, vio que ella le sonreía dulcemente y al principio le pareció una ilusión. Pero la aterciopelada voz de Candy le indicó que no.

-Despierta, mi amor, tienes que volver a tu habitación.

-Pero no quiero, me quiero quedar aquí contigo.

Protestó Terry como un niño pequeño y se volvió a acomodar encima de ella para seguir durmiendo. Candy no pudo evitar sonreir, él era tan tierno cuando se lo proponía.

-Está bien, pero sólo un ratito más.

Le dijo Candy, vencida, dándole un beso en la frente y arrullándolo como un bebé. Lo estaba engriendo y él de por sí ya era bastante engreído. Pero era su engreído y ella le había prometido cuidarlo y darle todo el cariño y el amor que él necesitaba, y vaya que lo estaba cumpliendo.

Así estuvieron un largo rato, Terry durmiendo sobre ella, y Candy contemplándolo con adoración. Pero ya había amanecido y Terry tendría que irse a su habitación, pero antes de que ella pudiera despertarlo, unos toques en la puerta rompieron con todo el encanto y la preocupación se apoderó de todo su ser.

-¡Candy! Abre la puerta.

-¡Ya voy! Deja que me cambie de ropa, Patty.

No podía ser, pensaba Candy. Patricia realmente se había tomado en serio lo de ser su despertador. Ya Candy se estaba arrepintiendo de haberle dado ese cargo.

-Terry... Terry, mi amor, despierta, tienes que irte ya.

-¡Ah! Está bien.

Dijo Terry aún con los ojos cerrados y haciendo un puchero como un bebé. Se bajó de encima de Candy, le dio un beso breve en los labios y comenzó a buscar su ropa, cuando dio con ella se la puso apresurado porque unos golpes en la puerta sonaban con insistencia.

-¡Maldición!

Decía Terry, que no se caracterizaba por su buen humor precisamente y menos cuando se le despertaba abruptamente para que se fuera. Se vistió resignado y se despidió de su pecosa con un tierno beso y Candy a su vez se puso su pijama.

-Te amo.

Le dijo Terry cuando salía por la ventana.

-¡Candy! ¿Por qué tardaste tanto?

Le preguntó la gordita y un poco intrigada porque Candy había dicho que se estaba cambiando, pero tenía la pijama puesta.

-Es que... tú sabes que me cuesta levantarme por las mañanas.

Se apresuró a contestar Candy, pues aunque normalmente le compartía todo a Patty, había ciertos detalles que prefería guardárselos para ella. Y lo que pasó esa noche en esa habitación, se queda en esa habitación.

-¿A qué debo el honor de tu visita tan temprano, Patty?

-¿Es que no lo sabes? Hoy es el quinto Domingo, Candy.

Candy Candy: El rebelde y la dama de establoWhere stories live. Discover now