La oscuridad es usada para quien se lamenta en cada instante, hora, minuto, y finalmente segundos... En realidad es una gran tortura para quien debe lamentarse en blanco, con el tiempo detenido, y olas de agua llevándote al infierno.
Yo quisiera lamentarme de mis pecados, pero si lo hago; pecare en el paraíso de mi cabeza.
El amor que siento por Mello es un pecado.
En la madrugada, me levanté de la cama, y caminé en la penumbra de un orfanato, que decora sus paredes con maldad, y sus pisos son de el fuego más ardiente. Caminé con los ojos cerrados, concentrándome en algo que no sea la realidad que esa.
Nate dijo que hoy sería una día de desdicha en el orfanato.
El sol ha caído de repente, y Mello tuvo que encontrarme durmiendo en las escaleras de madera; en la noche, cansado de caminar, decidí cerrar los ojos en la escalera, pero Nate cantaba suave y angelicalmente, y eso bastó para que yo durmiera.
Ahora estaba sentado en la cama, con una bandeja con comida sobre mis piernas, y Mello de frente. Él me decía:
-¿Te imaginas alguna vez la libertad?
Yo respondía:
-Soy libre estando a tu lado.
Y llevaba comida a mi boca, él sonreía, yo lo miraba, él se sonrojaba, yo reía.
Al final, terminando la el contenido que traía en la bandeja, él la tomó y la dejo descasar en el suelo, negándole la vista de lo que pasaría. Porque el destino había decidido que la hora de la distancia llegaría, y esto dolió más que cualquier golpe. Mi peor cicatriz siempre seria el recuerdo de los ojos helados de Mello.
Mello abandonó la bandeja en el suelo, y acomodó su cuerpo sobre el mío. Y la acción de besar se convirtió en un ángel castigador en ese momento. Este pecado se había vuelto tan necesario para mi, por eso no podía detener la desesperación de él al querer sentirme; porque yo me sentía peor. Sin embargo, el mal siempre está para delatar el mal, y la hora de la comida, se convirtió en mi hora más odiada. Una profesora subió a avisar que la bajáramos a almorzar a pesar de ya haberlo hecho.
Abrió la puerta lentamente, mientras esta lloraba con su ruido de bisagras gastadas; nos advertía gritando que nos detuviéramos, pero no quisimos oírla.
Un grito de espanto salió de la garganta de la profesora, y sólo eso hizo que paráramos. Nunca olvidaría el rostro de Mello; estaba espantado, y no lograba entender por qué... ¿Desde cuando amar era un pecado?
Nate dijo que hoy sería un día de desdicha en el orfanato.
El grito de ella, hizo que subieran dos profesoras más, y eran seis ojos los que nos miraban. Se acercaron a nosotros, y a la fuerza lograron separarnos. Mello se movía para intentar soltarse, y estiraba los brazos hacia mi, me rogaba que lo sostuviera, pero no pude.
Habían pasado tan solo unos treinta minutos, y jamás había deseado tanto que mi vida acabara. Una profesora me hablaba de castigo, castigo, castigo...
"¡Pagarás por ir contra dios!"
"¡Pagarán por ir contra dios!"
Pero el peor castigo que recibí no fueron los látigos que rasgaban mi espalda; no fue meter mi cabeza por un minuto en agua helada, tampoco fue pasar la noche en un calabozo, con apenas un hueco de rejas para ver la luna. Mi pero castigo fue, que al amanecer, los ojos de Mello ya no se iluminaban cuando me miraban.
Ya no pudimos hablar esa mañana, porque... ¿Por qué?
Ambos tuvimos la misma miseria; porque ambos nos amamos en la mañana, también tuvimos unas caricias de mala gana en un cuarto aburrido, y pasamos la noche en el, durmiendo en el frio suelo. Sin embargo, parece ser que él ha sufrido más. Por eso sus ojos no brillaban.
No mataron su cuerpo, mataron su alma.
-Me...mello -logré hablarle yo, cuando de nuevo estábamos solos en el pasillo, en la hora de la siesta.
Él apenas giró su cabeza para verme.
-Te veré en la noche -y no volvimos a hablar.
-Te noto más callado de lo normal -Lawliet tomaba té.
-Quizá por que no es normal que este callado, aunque, el silencio es mi norma.
-Ya veo -dejo caer un cubo de azúcar a la taza -. También has llegado antes.
-¿Sabe? Estoy enojado con Nate -dije por fin.
-¿Nate?
-Disculpe, con la voz. Estoy enojado quizá siempre lo estuve...
-¿Por qué?
Le mencioné que Nate había advertido que, ayer sería un día de desdicha.
-En realidad ayer no pasó nada; hoy es la peor día.
-¿Por qué? -preguntó nuevamente. Dando el último sorbo en su té.
-Porque la persona que impulsa mi vida... hizo que mi vida ya no quiera impulsarse, con sólo una mirada.
Nos quedamos hablando por un cuarto de hora más, hasta que la sesión llegó a su fin. Yo me levanté del sofá, y fui a a mi habitación. Todavía quedaba faltaban unos minutos para que sea la noche, o por lo menos, faltaban unos minutos para que Mello considerara la noche, y venga a buscarme.
Ya estando en mi habitación, busqué algo de ropa, y fui a darme una ducha. Me relajé un rato allí dentro, y me despejé de todo lo que molestaban mis pensamientos.
Las sesiones con Lawliet, siempre empiezan pasada la tarde, y dura una hora y media. Con el tiempo, conseguí llevarme bien con ese hombre; es por eso que, yo mismo pedí alargar mis sesiones. No noto cambios en mi actitud, pero por lo menos, puedo hablar en voz alta, sin parecer loco.
O, puedo decir cosas locas sin parecer normal.
Al salir de la ducha, me vestí con prendas negras, y fui al comedor, para, posteriormente, salir por la puerta principal, en sumo silencio. Metí las manos en mis bolsillos, y le di la vuelta al orfanato, hasta llegar a la parte trasera.
Busqué a Mello con la mirada, hasta encontrarme con la silueta de Mello. No estaba solo. Sayu estaba con él.
Me acerqué a ellos, Sayu notó mi presencia, y saludó.
-¿Vienes a despedirte de Mello?
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•¡Hey, amigo!•『YAOI-MELLOXNEAR』
Fanfiction-¿Tu crees que esto este bien? -¿A que te refieres, Near? -Ya sabes... ¿Qué clase de amigos se besan? -Nosotros somos otra clase de amigos. -¿Cuales? -No lo sé. No me importa llevar el titulo amigo. Esa solo es otra excusa para poder estar...