Sonrisas de porcelana

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—Izaya, está bien eso de que sonrías todo el tiempo, ¿pero no estaría mejor que fueran sonrisas sinceras? Di lo que sientes de una vez y demuéstrale al mundo que tienes sentimientos.

Esas simples palabras era lo último que había escuchado de su mejor amigo, Shinra, antes de que este se subiera en el coche con su novia, Celty, para ir a uno de sus escasos viajes de pareja.

El informante se quedó encerrado en su cuarto cuatro días seguidos, simplemente pensando en esas palabras, ¿Tanto se notaba que sus sonrisas eran falsas? Si Shinra se había dado cuenta, ¿quién más lo habría hecho? ¿Sus hermanas? ¿Namie? ¿Shizuo? Se supone que nadie debería de saber, para el mundo, él debía de ser un ser despreciable sin sentimientos que amaba observar a los humanos, la gente debía de cuestionarse si en verdad era uno de ellos.

Así había decidido ser.

Desde la secundaria, había asumido ese papel para comenzar el oficio y evitar que nadie que amase resultase herido. Aún podía recordar con claridad los rostros de sus hermanas con aquella expresión de dolor al escuchar las primeras palabras crueles provenientes de su querido hermano mayor:

—Oye, ¿Es que no tenéis personalidad y por eso vais iguales? Dais asco.

Si fingía que nada le importaba, entonces nadie podría encontrar puntos débiles en él.

Y la farsa le había durado bastante tiempo, había conseguido que todos le odiaran, hasta a los que amaba. Pero ahora tenía que venir Shinra a decirle que no, que se le veía el plumero.

¿Entonces había estado fingiendo para nada?

Namie decidió que ese era momento de aparecer en escena, abrió la puerta de la habitación del chico y se apoyó en el marco, enarcando una ceja y cruzándose de brazos.

No sabía que podías actuar como un adolescente depresivo, idiota. ¿A qué se debe?

Izaya levantó la vista y se incorporó los suficiente de su cama para observar a su secretaria. Normalmente, habría sonreído como solo sabe él y la habría molestado con alguna estupidez, pero ahora no estaba de humor. Por primera vez en años el chico se estaba volviendo a replantear su vida y sus relaciones con los demás.

—Oye, Namie... ¿Qué te parece mi sonrisa?

La mujer chasqueó la lengua y se acercó al informante, una vez que estuvo lo suficiente cerca le agarró con una mano del mentón y lo acercó a ella, quedando a unos centímetros. Se quedaron así, quietos, mirándose el uno al otro a los ojos. Tras unos segundos en silencio, la secretaria por fin habló.

—Tu sonrisa es muy falsa, lo que me parece muy asqueroso, pero más asquerosos son tus ojos, son iguales a los de un pescado muerto: vacíos, sin alma.

El chico sonrió.

—¿Crees que no tengo alma?

—No, eso es lo que quieres hacer creer tú a la gente. Voy a hacer la cena, así que saca tu maldito trasero del colchón y sal de este apestoso cuarto, imbécil.

Y con esas palabras, Namie se separó de él y caminó hacia la cocina. El informante la siguió unos minutos después, cuando intuyó que la cena estaría lista, y se sentó a la mesa, solo para encontrarse con un plato de pescado que lo miraba con sus ojos carentes de vida.

—¿Esto es por la charla de antes? —dijo con desagrado, pinchando con el cuchillo el alimento.

—No, tus hermanas te regalaron hace tres días una cesta llena de pescados, te habrías enterado si hubieras salido de la habitación. En fin, hay que comerlo todo antes de que se pudra.

Sonrisas de porcelana [Shizaya] {Two Shot}Where stories live. Discover now