1. Kassandra Cleveland

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El manto oscuro y teñido de pequeños matices grises, cubrió toda su vista. Sintió el gélido viento chocar contra su piel pálida, y tiritó. Se suponía que no debería estar allí, en la azotea de su casa, sola, con raudales cristalinos bordeando sus cadavéricas mejillas. No debería ser así, al menos no cuando sus padres se habían ido de vacaciones y la habían dejado a su mera voluntad y deseo. Se supone que debería estar saltando y planeando la próxima fiesta que dejaría a todos los del instituto totalmente encantados. Se supone que a esta hora debería estar llamando a su perfecto novio para que pasara más tiempo con ella y así dar ese gran paso al cual se había negado tantas veces.

Eso era lo que tenía estipulado, pero en cuanto su única familia salió por esa puerta ancha y corrediza, el temor y la impotencia la ahogaron sin siquiera darle chance. Estaba harta, cansada, al límite de ese enorme abismo que la atraía como abeja al dulce néctar de la flor. A su corta edad, apenas diecisiete años, tenía la sensación de había vivido más de lo que en verdad decía su acta de nacimiento. Estaba sobrepasada, saturada de lo mismo; del vacío, de la infelicidad, del control y del yugo al que estaba sometida. Siempre le habían dicho qué pensar, con quién juntarse, cómo vestirse..., la habían manipulado tal títere en manos de su dueño.

Después que su abuela partiera, nada había sido igual. Su pequeño mundo giró en torno a ese cuaderno que le había dejado, lo leía cada noche, lo compartía con sus amiguitas, era lo único que tenía que le traía tan hermosos recuerdos junto a ese ser que la llenaba de vitalidad y amor. Sin embargo, la paz duró poco, su madre se enteró y de ahí todo fue un caos. Se apartó de ese Dios que hablaban en las frágiles hojas y decidió que lo mejor era hacer feliz a su progenitora.

Se equivocó, porque en el proceso de complacer a otros, se olvidó de ella, de sus ideales, de quién era, y se convirtió en el conejillo de indias de sus padres. Ahora era muy tarde para remediarlo. Ellos no le darían la libertad que ella ansiaba, descubrir nuevos horizontes, nuevos matices de colores, nuevos azules y rojos que enriquecieran su día a día.

El negro y el blanco ya le parecían aburridos.

— ¡Kassandra! —escuchó el grito de James, y dio un salto. No lo esperaba por allí, pero lo más probable era que Meredith le hubiera avisado de su viaje y él se aprovechara de la situación. No quería verle, era la primera vez que se encontraba realmente sola, sin las agobiantes atenciones de sus padres y de su nana; quería tomar ventaja sobre eso, necesitaba tiempo para pensar en su futuro. Era el último año de colegio y sabía que después de aquello, la universidad era lo que seguía. Tenía que saber que iba a hacer con su vida, la medicina no era algo que en realidad le gustara y por la presión que ejercían los señores Cleveland, estaba segura que era lo que esperaban para ella.

— ¡Aquí! —Limpió sus lágrimas y respiró profundo. Colocó la máscara en su lugar y fingió que se sentía bien cuando el muchacho de estanques esmeraldas y nariz respingada la rodeaba en un fuerte abrazo y besaba sus labios. Le dolía ver lo ilusionado que estaba, la dulzura con que se unía a su boca, la pasión que le ponía a la relación, sin embargo, no podía mentirse. No lo amaba, es más, no lo quería como a una pareja. Era un amigo extraordinario, lo conocía desde sus catorce años y en cuanto sus miradas chocaron, sabían que habían encontrado algo puro y sin mancha. No obstante, las maniobras de ambas familias habían hecho que sin darse cuenta, un año atrás, terminaran enredados en un marucho que no tenía pies ni cabeza. Él sí se había enamorado, pero ella no. En su corazón no había espacio para ese sentimiento. Necesitaba curarse ella misma, antes de poder entregarlo a alguien más.

— ¿Cómo estás? —inquirió después de un rato, se dio cuenta que había estado llorando y le preocupaba su estado de ánimo. Kassandra no contestó y decidió hacer lo que sabía que a él tanto le gustaba. Volvió a probarlo y James no perdió el tiempo. Fundió sus bocas con anhelo y acarició su cintura con devoción —. Estoy feliz, vamos a tener mucho tiempo para nosotros. Este último semestre ha sido un caos, al menos lo único que nos queda es estudiar para los finales. Podremos disfrutar tanto como queramos. Estoy ansioso porque tenerte para mí solo; no sabes cuánto te amo, Kassi.

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⏰ Last updated: Oct 23, 2016 ⏰

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