Lavanda

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Andri viene a verme a casa. Hoy no he ido a clase, no me encuentro demasiado bien. Llevo toda la mañana en la cama, tumbada boca arriba mirando el techo.

—¡Aniii! —Alexandria habla desde la puerta tan pronto me ve. Entra en la habitación a toda velocidad.

—¡Hola Andri! —le digo girando la cabeza hacia la entrada.

—¿Qué tal estás guapa? —Andri llega al lado de la cama y me toca la cabeza en la frente para acariciarme. Me mira muy fijamente a los ojos con una sonrisa enorme.

—Estoy bien. Jo... —me quejo un poco apenada.

—No has visto el móvil en toda la mañana. Te escribí desde clase para saber si estabas bien.

—Sí, me encontré mal. Pero ya me he recuperado. Ahora sólo estoy un poco cansada. Estuve durmiendo todo el tiempo, no te preocupes.

—¡Ya me lo suponía! —dice con mucha alegría—. Las clases sin ti son un rollo.

—¡Y conmigo también! -protesto mientras alargo la mano y le hago cosquillas en la barriga. Andri pega un salto a la vez que se ríe.

—¡Es verdad! —me dice desde lo lejos—. Las clases siempre son un rollo.

Alexandria coge la silla de mi escritorio y la pone al lado de mi cama. Justo cuando la deja ahí, da media vuelta y sale de la habitación.

—Espera un momento... —Alexandria sale de la habitación correteando de puntillas de una manera muy divertida, como si no quisiese hacer nada de ruido. Aunque ahora mismo el ruido no me molesta. Justo del lado contrario, detrás de la pared, se agacha y coge algo. Cuando lo tiene viene andando a toda prisa hacia mí.

—¡Mira! -dice dedicándome una sonrisa enorme de oreja a oreja.

—¡Lavanda! —exclamo a viva voz.

—Sí. Te las sabes todas ¿eh? —Alexandria sonríe mientras se acerca con un gran ramo de flores de lavanda en la mano—. ¡Mira qué bien huelen! —Andri acerca el ramo a mi nariz. Huelen super bien. La lavanda es una de mis favoritas, Andri lo sabe bien.

—Sí. Huelen genial. ¡Muchas gracias! —Estiro el brazo más cercano a ella y le doy un abrazo con él. Me quedo así, sin soltarla. Andri se me queda mirando a los ojos con su mirada llena de energía. Me apoya una mano en la barriga mientras la otra todavía sostiene el ramo—. Así podrás hacer otra colonia de las tuyas. Pero tienes que ponerte buena ¿eh? Si no, no te las doy.

Un día normalWhere stories live. Discover now