Confesión.

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Ignoro que pudo haber acontecido en tu vida para que te veas obligado a iniciarte en éste extraño aprendizaje. Tal vez mi propia historia te sirva de preparación para lo que ha de venir.
Lee pues, mi relato, o mi confesión, por así decirlo.
Yo, Abelar Van Helsing, nací en este mundo hace unos cuatrocientos años en un pequeño pueblo de labradores situado a las afueras de Aernherm. Los primeros catorce años de mi vida transcurrieron en la más absoluta normalidad. Era un niño afectuoso que contaba con el amor de mis padres. Cuando llegó el momento, me coloqué como aprendiz de un tallista de Aernherm. Mi maestro era amable conmigo, aunque severo cuando lo creía necesario. Todo aquello parece pertenecer a ka vida de otra persona y no recuerdo mucho más, al margen de éstos breves detalles.

Lo que nunca podré olvidar, y bien sabe Díos que no he cejado en mi empeño de conseguirlo durante años y años, es la ultima vez que visité a mis padres.

Mi maestro me habia concedido unos días de asueto, y aproveche para regresar a casa. Mi padre ya no era el hombre energético que yo había conocido, y se habia convertido en un ser lento y débil, como si una fiebre se hubiera apoderado de él.

Mi madre lo cuidaba sumida en la preocupación, mientras yo empezaba a ocuparme de las abandonadas tierras. La primera noche desperté presa de un profundo desasosiego, pero volví a conciliar el sueño sin hacer caso de aquella sensación. A la mañana siguiente mi padre estaba peor. Su piel, pálida, se notaba cerosa al tacto, y respiraba con jadeos roncos y entrecortados.

Las confusas palabras que logró articular no parecían sino fruto de la mente perturbada de un lunático. Solo llegué a entender una frase que repetía una y otra vez en tono de súplica:
《¡salva a tu madre! 》.

Aquella noche desperté de nuevo con una extraña sensación en la boca del estómago.
Artorus me explicaría más tarde que aquellos presentimientos del mal eran las primeras manifestaciónes de mis facultades latentes. Tal vez también hayas notado que un sexto sentido te alerta sobre la presencia de fuerzas malignas.
La fuerza de quella sensación era tal, que no pude seguir ignorandola por más tiempo. Me levanté, pues, de la cama y me encaminé hacia el pasillo. Al abrir la puerta de mi habitación, oí un débil gemido procedente del dormitorio de mis padres. Me abalancé hacia la puerta, y abriendola de una embestida, descubrí a una criatura repulsiva que, agachada sobre mi madre, le asestaba un zarpazo en el cuello. Sin penzarlo dos veces, le rompí una silla en la cabeza y le clavé en el pecho el extremo afilado de una de las patas de la silla destrozada. Al desplomarse en el suelo la criatura herida de muerte, reconocí horrorizado los rasgos de mi padre.

Antes de que la salida del sol pusiera fin a aquella noche atroz, había convertido la casa de mis padres en una pira, donde quemé los cuerpos de miadre y de aquella criatura queun día había sido mi padre.
Una rabia profunda me consumía por dentro. Era incapaz de enfrentarme al horror de lo sucedido y de los terribles actos que había cometido, así que busque la forma de alejar los demonios que asediaban mi mente.

Me uní a una compañía de mercenarios que se dirigían a Tierra Santa con el cometido de combatir en la primera cruzada del papa Urbano.

De camino a Jerusalén, descubrí que tenía dotes casi aterradores para la violencia, ya que mientras aquellos que me rodeaban sucumbían al calor abrasador, la traición y la ferocidad de la lucha, yo me regodeaba con la destrucción que sembraba a mi paso. Me convertí en un paria, pues; pese a ser un aliado extraordinario, mi reputación se veía empañada a ojos del común de los mortales por fuerzas sobrenaturales.
Fue allí bajo las despiadadas murallas de Antioquía, donde Artorus me encontró y me reveló el que sería mi sitio. El mismo sentía que se acercaba su destino   -otro de los dones de doble filo que poseemos los de nuestra condición-,  y se veía impedido a buscar un aprendiz para cumplir su ultima obligación.

La primera vez que Artorus se dirigió a mi, me mofé de él y me negué a escuchar sus historias sobre la vocación que estaba llamando a cumplir. Pero él percibió mis debilidades, de la misma forma que conocía las de sus oscuros enemigos. Si seguía su camino, me mostraría adversarios mas dignos de mis dotes que los simples mortales.
Al principio, aquel reclamo a mi arrogancia juvenie conquistó, pero, con el paso del tiempo, fue la nobleza y la valentía de aquel hombre las que me unieron a él.
Así fué como me convertí en el aprendiz de Artorus.

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⏰ Letzte Aktualisierung: Nov 03, 2016 ⏰

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Demonios, Abelard Van HelsingWo Geschichten leben. Entdecke jetzt