Capítulo XXIII

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Los rayos lanzados por Júpiter golpearon de lleno en centro de las espaldas de los demonios y los atravesaron. Esto descolocó a los Caballeros de la Realeza, quienes vieron impactados como los demonios eran envueltos en un resplandor negro. Júpiter chasqueó sus dedos y generó varios portales, tras lo cual los resplandores que envolvían a los demonios desaparecieron de golpe tras aquellos portales, desapareciendo también los demonios junto con ellos. La sorpresa de los caballeros aumentó al ver como sus enemigos habían desaparecido de la faz de la tierra, sin dejar ningún rastro. Después de unos instantes donde todo fue desconcierto, los caballeros, a excepción de Thomas, se voltearon hacia un Júpiter que los miraba con una sonrisa maléfica. Las armas de los caballeros apuntaron hacia el demonio, pero este ni siquiera se inmutó ante la amenaza y siguió observando a los caballeros, analizándolos uno por uno.

—Estimados humanos, yo, Júpiter, vengo a darles las gracias por facilitarnos tanto las cosas para llevar a cabo nuestros planes —Les dijo, alzando su voz, con un notorio rastro de burla en su tono. Júpiter sonreía ampliamente mientras comenzaba a aplaudir lentamente—. Han sido una gran ayuda, estaremos eternamente agradecidos con uste...

—¡¿De qué hablas, maldito!? —lo interrumpió Khroro mientras apretaba su puño y lo envolvía en electricidad. Los ojos de Júpiter se posaron en el chico, analizándolo detenidamente, con un ligero rastro de interés en su mirada.

—¿Qué es lo que buscan? —preguntó a su vez Hiro, algo más sereno, mientras descendía y se colocaba junto a Khroro y Allen.

— ¿Qué buscamos? Fácil. Queremos convertir este mundo en uno lleno de muerte y desesperación. Esta ciudad es un ejemplo claro de lo que queremos —Júpiter giró en 360° mientras mantenía sus brazos abiertos, enseñando el estado en el que había quedado la ciudad—. Es un bello espectáculo, ¿No creen?

—¡No se van a salir con la suya, malditos! —De improviso, Milo atacó desde el aire a Júpiter. Las llamas de su brazo-espada se intensificaron mientras lanzaba un corte hacia el demonio. Para sorpresa de todos, Júpiter contuvo el ataque de Milo solo con la palma de su mano diestra, para luego con su otra mano tomar al caballero del mentón, sujetándolo con fuerza e inmovilizándolo mientras lo mantenía en el aire. Júpiter ladeó su cabeza hacia los caballeros, enseñándoles aún su sonrisa maliciosa.

—Si yo quisiera, podría acabar aquí y ahora con todos ustedes. Pero eso le quitaría la emoción a la parte donde nos gusta hacerles sentir la desesperación. Aun así, creo que les daré una demostración de la diferencia entre nuestros poderes. Desesperación en tres...dos...uno... —Antes de que cualquiera pudiera reaccionar, Júpiter transformó su brazo libre en un rayo y atravesó el abdomen de Milo con armadura incluida. Los caballeros miraron impactados y horrorizados el momento en el que la mano en forma de rayo salía por la espalda de Milo, mientras Júpiter reía a carcajadas. Milo abrió grande sus ojos y escupió sangre reiteradas veces, perdiendo el conocimiento instantáneamente. Tras unos segundos, el demonio retiró su brazo y los caballeros pudieron ver el orificio que se había creado en el abdomen de Milo. Invadidos por la ira, Draco, Khroro y Hiro se dirigieron a toda velocidad contra el demonio. Júpiter en tanto soltó a Milo y les sonrió, para luego desaparecer y aparecer rápidamente frente a Allen. El chico no supo reaccionar ante la repentina aparición del demonio frente a sus ojos; se había congelado tras la escena donde Milo era atravesado por el brazo de Júpiter. Los ojos del demonio lo inspeccionaron momentáneamente, luego se acercó y le susurró al oído.

—Nos volveremos a ver, Pendragón... —Tras esas breves palabras, el demonio desapareció por completo. Allen se quedó en su lugar, anonadado e impactado, mientras los demás socorrían a Milo.

Llovía con la misma intensidad de antes sobre la ciudad, mientras los caballeros ayudaban a transportar a Milo y a Thomas al cuartel con la ayuda de los portales creados por Nívea. Momentos después de haber puesta los heridos a salvo y tras haberles aplicado los primeros auxilios, un mensaje de texto llegó a los celulares de los caballeros que aún se mantenían en Múnich. Todos recibieron el mismo mensaje proveniente del móvil de Valentine:

«Afrodita también ha sido capturada»

Las cinco palabras que formaban el corto mensaje de Valentine, desmoronaron aún más los ánimos de los caballeros. Allen, incrédulo, cayó de rodillas y no pudo contener más las lágrimas, las que se mezclaron con las gotas de lluvia. El semblante en los demás no era diferente al del chico. Habían sufrido otra terrible derrota. 

Los Caballeros de la RealezaWhere stories live. Discover now