Capítulo 11: " - Somos amigos".

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— ¿Segura que estás mejor? —Preguntó Megan con insistencia

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— ¿Segura que estás mejor? —Preguntó Megan con insistencia. Ella se había pasado la mayoría del tiempo pegada a mí como si fuera un chicle. Me agradaba su compañía, pero por ratos me hacía sentir débil e impotente, y lo odiaba.

Las clases habían finalizado, y ella se había ofrecido a llevarme a casa mientras llegaba la ahora de que fuera a su casa para ver la película. Lo genial es que no tenía que tomar el autobús, y tendría comodidad.

— Estoy bien, Meg. —Sonreí mientras caminaba.

— ¡Perfecto! Prometo que no voy a abandonarte hoy, hablaremos de muchas cosas por teléfono, ya verás, y cuando veamos la película estarás de buen humor.

Y con miedo.

Megan estaba alegre. Sus ojos brillaban como cuando la conocí. Jamás la había mirado apagada hasta que me contó lo de su padre y yo, me aseguraría de que no volviera a suceder. Ella era una buena persona, y merecía a alguien de su estatura. Sé que las etiquetas son absurdas, pero no estaba pensando mentiras. Meg merecía alguien que quisiera todas y cada de sus tormentas. Así era ella. No tenía calma, era lluvias y vientos fuertes... pero era paz y amor en su totalidad. Merecía todo.

— Bien, supongo que me servirá. —Contesté. Ella sonrió y miró al frente.

Ambas caminamos por el enorme pasillo en silencio, debíamos aguardar todo lo que teníamos qué decir para tener tema de conversación cuando hablemos por el móvil.

Llegamos al estacionamiento de la escuela y buscamos con la mirada el auto.

— ¿Dónde está? —Pregunté.

—No lo sé. Lo deje en... —su mirada analizó los autos que se encontraban en fila. Eran demasiados, de varias marcas y de varios colores. Yo estaba en proceso de conseguir un auto, no me sentía con la obligación para tener uno así que esperé un tiempo.

— ¡Lo encontré! —gritó ella. — Vamos.

Megan apuntó con su cabeza al auto gris que estaba al final de la fila. Asentí y comenzamos a caminar.

— Así que te llamaré a las... —El móvil de Meg la interrumpió. Frunció las cejas y revisó su mochila sin detener su paso. Cuando finalmente lo encontró, lo sacó de su escondite y contestó. —¿Hola? —Alguien le habló del otro lado de la línea. Negó.— ¡Lo había olvidado! —exclamó. — Sí, sí. Lo sé, Mamá. No, no, ya voy. —Ella colgó y luego dirigió su mirada hacia a mí.

Hizo una mueca.

— ¿Qué?

— Hazie... no podré llevarte.

Mi corazón se detuvo.

— Oh. El autobús ya se fue. —suspiré. —¿Qué pasó?

Megan exhaló.

Escribiéndole al chico del suéter azul.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin