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“Crece; la impostura que reviste
el sentimiento prestado al poeta;
reflejo de un instante de armonía,
pero no es su sentir,
… y lo lamento”
Así empieza la Antología Poética de Amando Lacueva, “En carne viva”,
unos versos que me recuerdan a Pessoa cuando hablaba de que “el poeta es un
fingidor que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente”.
Es su primer poema, Marinero de letras, una declaración de intenciones que
se pone de manifiesto en los versos con los que inicio este prólogo y, es también
un poema que nos induce ya a una conclusión, también muy en la línea de
Pessoa, cuando nos dice:
“¡Pobre poeta, pobre embustero!
Mal actor que encarna,
todos los sentires del alma”
Nos encontramos ante una vida contada en verso, una historia poética y
personal que nos lleva a diálogos poéticos, en los que se sentencian ideas tan
absolutas como la de que ni siquiera la muerte mata. Nos muestra versos
imperativos que parecen suplicar más que imponer.
Una rima de soledades entre la gente, de vacíos, de carencias, de lágrimas.
Una melodía de una mente, por momentos, atormentada, que lamenta las cosas
perdidas, que justifica lo injustificable y que, se rebela ante lo inalcanzable para
vivir una verdad lastimera, desgarradora, pero virtuosa.
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