Eres mia.

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—¡Espera!—grité a todo pulmón y él se detuvo, pero no volteó a mirarme.
—Ésto no es justo, ¿por que lo haces? Mi tía se enterará de esto, Julián Rodríguez.

La musica se detuvo y toda la gente volteó a vernos. Él rebuscó algo en el bolsillo derecho de su pantalón, y al final sacó una cajetilla de cigarrillos. Prendió uno y, aspiró.

—¿Que puede saber una niña como tú de lo que es el verdadero divertimiento?—volteó y se acercó a mi, hastiado.—De todos modos, sabes perfectamente que no deberías salir sin mi permiso. ¿Y si te pasaba algo?

—Yo simplemente...— intenté replicar pero apoyó suavemente su dedo índice sobre mis labios. Lo miré mal.

«Yo simplemente no quiero que te entrometras más en mi vida, imbécil», pensé.

Entreabrió sus labios y el humo salió lentamente, inundando mis fosas nasales. Sujetó con una de sus grandes manos mi barbilla y sus ojos azules se clavaron en los mios, intentando intimidarme. Yo no aparté la mirada.

—Nos vamos de aquí, Abbie.

—¡Sueltala!—exclamó Daniel, mi novio, e jaló de mi brazo.—Ella no se va.

Me envolvió entre sus brazos, y seguidamente me puso detrás de él. La atmósfera estaba increíblemente tensa. Julián dejó caer el cigarrillo y lo pisó con uno de sus clarks gosworth over. La idea de que se veía guapísimo con aquél traje de vestir pasó por mi mente, pero jamás lo admitiría.

—Eres realmente divertido, niño.
—añadió, y sonrió de lado.—Dime Abbie, ¿debería arruinar el rostro del puberto?

«Daniel no será capaz de golpearlo, ni de tocarle un pelo. Un adolescente cómo él jamás podría enfrentarse con un ex militar y salir ileso», pensé.

—Iré con él—le dije, y me dirigí hacia Julián.—con Rodríguez.

Daniel me miró por última vez, y probablemente sintiéndose humillado, se marchó y me dejó ahí. Julián intentó abrazarme pero yo me alejé. Todo el mundo me miró; algunos parecían estar divirtiéndose con la situación. Otros, especialmente los amigos de Daniel, parecían estar esperando la ocasión ideal para saltar encima de Julián, y dejarlo echo polvo.

—Pubertos, éste es el adiós...— rió suave. Yo bajé la mirada, avergonzada de mi decisión.—...espero definitivo. Vamos a casa Abbie.

Por otro lado, mis amigos no dijeron nada, ninguno de ellos se entrometió. Decidieron solo ignorarme; con o sin mi la fiesta seguiría. Ciertamente no deseaban meterse en problemas con un adulto tan intimidante como Julián.

                                • • •
                  Julián Rodríguez

Me dirigí hacía mi dormitorio, cerré la puerta y me desnudé. Mi lobo aulló, inquieto.

—¿Cuando se lo dirás?

—Dejame dormir, Misha—le pedí, sabiendo perfectamente a que se refería. Acomodé todo en su respectivo lugar, incluso los zapatos. Luego me acosté en mi cama, agotado. Hoy había sido un día laboral lleno de inconvenientes; ser el beta de una manada, después de todo, no es tan fácil.—No estoy de humor.

No pienso esperar más, Julián.

—Joder—gruñí—Es aún solo una cría mimada.

Una cría que a pesar de ser mimada; ya puede darnos cachorros, pero sobretodo, satisfacernos.

Me quedé en silencio, tenía razón. Ella me pertenecía, era mi mate, y las ganas de marcarla no me faltaban. Pero la idea de forzar las cosas no me gustaba, puesto que ella aún no estaba lista para afrontar su destino. De repente, la vibración de mi celular interrumpió mis pensamientos. Era una llamada de Sabrina, la tía de Abbie.

Bajo La Misma Luna © (One Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora