Capítulo 4: III

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Me quedé paralizada y cuando él llegó y besó mi mejilla, como una cascada, las lágrimas se deslizaron por mi cara.

-No... no- pedí temblando. Estaba aterrada. Deseaba ir a un lugar seguro y sentirme a salvo.

-¿Por qué haces que pierda el control? - preguntó besando mi cuello.

-No me toques- supliqué.

-¿Él si? Que sepas que no vas a salir de esta casa y otra cosa, vas a comportarte como mi mujer- besó mi mejilla-. Dormiremos juntos y con el tiempo tendremos a otro hijo- besó mi cuello. Harta ya de toda su idiotez, lo empujé y golpeé su rostro con fuerza.

Ya estaba bueno.

-Estaré con quien yo quiera- negó con la cabeza.

-Tú eres mía... mi mujer- negué con la cabeza.

-No puedo creer que justamente tú... el padre de la niña que casi pierdo producto de ese horrible secuestro amenace con violarme- sollocé. Caminé hasta llegar a una de las poltronas de cuero y tomar asiento. Y como si estuviera viendo las últimas horas de mi secuestro, se lo relaté:-. Yo le rogaba que no me hiciera más daño. Me dolía demasiado y estaba teniendo contracciones. Le pedí que me llevara a un hospital para que me pudieran atender que mi bebé estaba mal, pero eso lo enfureció. Me golpeó en la cara y me dijo:

- Está mal porque ese bebé tendría que ser mi hijo y no el de ese idiota. Y te duele, porque no me esperaste. Porque no fui yo quien desvirgó tu cuerpo. Era mi derecho.

Abusó de mi con crueldad y golpes. Cuando terminó, estaba casi segura de que había perdido a Andrea.

Estaba perdiendo mucha sangre, además no podía defenderme porque mis manos estaban destrozadas luego de que él con el un martillo las golpeara sólo por llamar a mi padre.

Miré a André a los ojos y él cayó de rodillas frente a mi con los ojos llenos de lágrimas.

-Perdí mucho en esos días, pero sobre todo, perdí la fé en ti. No esperaba que llegaras y me rescataras, esperaba no verte. Entonces me di cuenta de que nunca te amé y que si lo hubiera hecho, aún sentiría debilidad cada vez que te veo, pero eso no pasa. Cada vez que te veo, veo al desgraciado que me quitó mi única salvación y me arrancó, al igual que el enfermo de Paulo, las ganas de vivir- lo vi retroceder un poco y seguí-. Para que lo tengas presente... si tu llegaras a violarme, ni siquiera Andrea me haría regresar- me puse de pie y fui hasta la puerta-. Voy a olvidar eso que dijiste por tu bien y el mío, pero por favor, no me hables, ni me toques ni intentes nada. Para mi André Ferreira, el hombre ya no existe. Sólo eres y serás en mi vida André Ferreira el padre de mi hija. Nada más- salí de allí como alma que lleva el diablo.

Llegué hasta el lugar donde estaba mi hija y sonreí. Estaba toda despatillada en su colcha. Dormía.

-Amelia... - me giré y encontré con André.

-No quiero hablar contigo- negó con la cabeza. Parecía desesperado.

-Por favor, entiende que estoy desesperado. Te estoy perdiendo.
-Nunca fui tuya... Te quise y pude amarte, pero tú no querías eso. Tu querías hacerme daño por una estúpida venganza que nada tiene que ver conmigo. Me usaste y me destrozaste.

-Yo lo lamento tanto- negué. Ya era muy tarde.

-André... ya es muy tarde y no me importa. Tú, ya no me importas y por mi te puedes ir muy lejos y no regresar- me alejé de él y fui a darle un beso a mi hija.

Podía amarla mucho, pero ya no podía seguir en esa casa, bajo el mismo techo que André.

-¿Vas a verlo a él? - preguntó con la voz rota. Lo encaré y me encontré con un André que nunca antes había visto.

Serie Inocente #3: Inocencia Oculta. ©Where stories live. Discover now