Cuentos para el café

El paquete

Los copos de nieve se clavaban como dagas en mi piel. Mi cabello rojizo se mojaba poco a poco, lo que generara que mi temperatura disminuyera.

Froté mis manos en un intento fallido de aumentar la temperatura de las mismas. De veras que quería aquel paquete. Solo una persona tan desesperada como yo esperaba algo en medio de la noche en la ciudad que nunca duerme; New York.

Me senté en una especie de banco que se encontraba allí, frustrada de esperar tanto. Tenía frío y mi cabello estaba mojado, de seguro tendría un gran resfriado mañana por la mañana.

Las 12AM ya habían llegado y aquel estúpido hombre no llegaba.

Me levanté cabreada y con decisión me dirigí hacia mi casa. Esperé más de tres meses por esto, no podía simplemente no llegar.

Un auto de alta gama frenó de golpe junto a mí interrumpiendo mi tranquilidad. Un hombre con un traje negro perfectamente planchado y un par de lentes oscuros bajó del vehículo sin ninguna expresión en su rostro.

-¿Trajo lo que encargué?- espeté de mala gana.

Me extendió su mano con el paquete en ella. Lo observé detenidamente, no estaba segura si tomar el paquete o no.

Él movió su mano en un gesto impaciente para que tomara el paquete.

Insegura lo tomé. Él dio media vuelta y se dirigió al auto sin expresar ningún sentimiento.

Apenas se sentó arrancó el auto a toda velocidad, dejando un rastro de humo que lentamente se disolvió en el aire.

Me aseguré de que nadie me estuviera mirando y abrí el paquete. Allí se encontraban. Allí estaban los dulces más ricos que alguna vez comí. Una sonrisa se extendió por mi rostro y mis ojos brillaron de una forma especial. Creo que estaba enamorada.

Me dirigí a mi casa con una sonrisa estúpida en mi cara. No podía esperar a llegar a mi casa, comer los dulces y mirar una buena película. Hoy sí sería una buena noche de viernes.