Gasper

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Era un día no muy bueno y lluvioso. Había olvidado la tarea de Historia, me tropecé en el recreo frente a toda la escuela lo cual causó que todos rieran y estaba lloviendo y no llevaba paraguas. En fin, era un día detestable.

Mi capucha no tapaba mi cabeza lo suficiente como para impedir que mi cabello castaño y corto se mojara, por lo tanto estaba empapado. Mis jeans habían dejado de ser claros a tomar un color más oscuro, acercándose al azul. Mis Converse blancas estaban embarradas y mojadas, lo que provocó que mis medias también se mojaran enfriando mis pies. Pasé frente a una casa blanca, grande y descuidada la cual pasaba todos los días. Siempre me daba escalofríos; con rejas y cortinas cerradas en todas las ventanas, manchas de moho en las paredes y un portón de madera principal. Pero hoy la casa no me dio tanto miedo como siempre, tal vez se debía a mi pésimo día, no lo sé.

Ya había avanzado lo suficientemente como para poder escuchar algún sonido proviniendo de ella cuando escuché una voz que emitía un profundo enojo. Me paré en seco pensando en si dar vuelta o salir corriendo por el lugar. Opté la segunda opción, pero un llanto de un perro me hizo cambiar mi decisión.

La voz anterior y el llanto fueron emitidos desde el mismo lugar, así que giré sobre mis talones y me dirigí ahí con decisión. Un cachorro con pelo dorado era acechado por un hombre con una vara de madera. Miré al pobre y sus ojos, los cuales encontré con mi mirada por un instante, estaban llenos de miedo. Sentí como la rabia empezó a arder en mí por ver en ese estado al cachorro y me acerqué a la escena.

-¿Qué estás haciendo? Esto es propiedad privada, chico, tienes... -dijo el hombre mientras yo le daba un puñetazo directo a la mandíbula impidiendo que siguiera hablando.

Los nudillos me dolieron demasiado, supongo que me quebré un par de huesos, ya que no sabía cómo golpear bien, pero en el momento no me di cuenta. Él estaba en el piso sangrando. Creo que le dí su merecido.

-No te metas con el cachorro, ¡él no tiene la culpa de tus problemas!

Ninguno de nosotros dijo nada, entonces me marché del lugar. Seguía lloviendo, pero había disminuido tan solo un poco. Observé mi mano derecha, la cual había efectuado el golpe, y estaba un poco lastimada, pero no me dolía. Me coloqué mi capucha otra vez y seguí con mi camino a casa.

Ya estaba en la esquina cuando un ladrido me hizo dar vuelta la cabeza. Era el cachorro. Me puse en cuclillas para acariciarlo un poco, ya que no paraba de dar saltos hacia mí. Tenía las patas embarradas debido a la lluvia y además estaba un poco sucio; aquel hombre no le daba el cuidado que el pequeño necesitaba. Le dí cariño por unos segundos más y emprendí mi camino a casa.

No avancé ni media cuadra cuando el cachorro ya estaba saltando hacia mí exigiéndome un poco de mi atención.

Movía la cola alegre mientras jadeaba con la lengua hacia fuera. Sus ojos oscuros penetraron los míos enterneciendo mi corazón y haciéndome sentir lástima por él. No podia dejarlo allí, con aquel hombre que no le daba el amor suficiente que merece. Tomé al pequeño entre mis manos y lo llevé a casa. Mi madre adoraba los animales, cualquier tipo, así que no le molestaría.

No me importó que sus patas ensuciaran mi campera, ya que se veía extremadamente feliz, contagiándome un poco aquel sentimiento. Tal vez no era un día tan malo. Había ganado el amor de una mascota.

-Te nombraré... -me dirigí al perro, haciendo una pausa para pensar el nombre -Gasper.

No sabía por qué, pero ese nombre fue el primero que apareció en mi cabeza y me gustó, creo que va con su cara. Tendría que comprarle un collar con una chapa que diga su nombre, así, por si algún día se pierde, las personas sabrán como llamarlo. Sería un bonito detalle.

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