Capítulo 3

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Como si hubiese pasado solo un segundo, al darme cuenta, estaba de rodillas en el baño de planta baja de mi casa, liberando hasta la última gota de ese repulsivo veneno que ingerí toda la noche. Mi cabeza daba vueltas, sin poder controlar ni mis movimientos ni mis pensamientos, abrumados por mi vergonzoso pero al mismo tiempo increíble día.
Eran las 4 am de un martes, debía ir a la escuela dentro de tres horas y no tenía idea de cómo me iba a recomponer luego de una noche tan agitada como aquella. Me bañé y me dirigí directamente hacia mi cuarto, mi lugar en el mundo, dónde podía expresarme sin juicio alguno, dónde podía refugiarme de mis tormentos diarios... dónde podía ser yo misma. Entré en mi cama, protegiéndome entre mis sabanas rosas y los peluches de mi infancia que, por alguna razón desconocida, no tiré aún. Cerré mis ojos lista para dormir, pero el sueño no venía por todos los pensamientos encontrados que recorrían mi mente... "él me debe de odiar", "me va a delatar y humillar delante de toda la escuela", "no, él no lo haría nunca, él no es cómo los demás", "¿y si tal vez estoy equivocada y me mintió para que no rompa en llanto en su coche recién limpio?"...
—¡BASTA! No puedo seguir torturándome haciendo suposiciones sobre lo que pasará. Ahora tengo que descansar, me lo merezco— susurré con vehemencia. Cuando prendí mi celular para fijarme la hora me di cuenta que de tanto pensar, reflexionar y meditar, me quedaban 45 minutos menos de sueño.
Maldije para mis adentros y me centré única y exclusivamente en dormir.

Fue la sensación de parpadear la que mejor se adaptaría para describir el poco descanso que tuve comparado con lo que necesitaba. Me levanté, me puse unos leggins con un sweter y zapatillas planas y bajé a desayunar. Mis padres me recibieron con una amplia sonrisa a la cocina, lógico, no habían hablado casi nada conmigo en las últimas 24 horas, las cuales podrían ser decisivas para el resto de mi año escolar, la primera impresión.
—¿Cómo te fue en tu primer día hijita? Volviste muy cansada y decidida a encontrar el atuendo perfecto, lo cual te tomó las dos ultimas horas que estuviste en casa, y después no supimos nada más de ti.
—Ya sé mamá, y perdón, pero tuve un día muy agitado y solo quería desconectarme, no quería seguir recordándolo.
—¿Pero qué te paso hija? ¿Alguien te molestó?— No quería mentirle a mi mamá, pero tampoco quería que se preocupase ni que piense que me pasó exactamente lo mismo que en la otra escuela, aunque fuese la verdad.
—Nada ma, solo unos profesores muy estrictos.
—¿Pero estás segura que no hay nada que quieras contarme?
— Sí — Dije con desgano. ¡Odiaba eso!
—Bueno, está bien...— Mira hacia la pared turquesa de nuestra cocina en donde colgaba un reloj con números romanos. — ¡Es tarde, hija! ¡Te tenés que ir!
—Ya voy... —tomo mi mochila rosa y salgo por la puerta cuando escucho a mi mamá gritar desde la ventana.
—¡Que te diviertas en tu segundo día de clase! —Y me saluda con la mano de una forma extremadamente entusiasta.

Mi mamá y yo no tenemos la mejor relación, pero ella siempre intenta acercarse más a mí y compartir todo conmigo. Se que me ama y que quiere pasar más tiempo conmigo... es solo que a veces resulta muy irritante.

Cuando puse el primer pie en la escuela recibí un mensaje de texto de Julie:

*Chat con Julie*

-Hola Rosy, hoy no voy a ir a la escuela, todos esos tragos me hicieron muy mal al estómago y me dijeron que me quedara en casa por tres días hasta que me reponga. Lo siento!

-No pasa nada Julie. Ojalá te mejores pronto!! Besos ;)

*Fin del chat con Julie*

—Oh no...

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