Mercado (Fowest)

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Le gustaba como estaba resultando todo en aquella plaza. Un remolino de gente había comenzado ya a agruparse en torno al mercado y desgarrar sus gargantas con gritos de desaprobación. Mas personas fueron uniéndose a ellos como mecidos por un viento imparable, como si nada mejor pudiesen hacer que rodear a cinco soldados atónitos e insultarles con todas sus ganas. Un espectáculo digno de ver.

Athanasi lo observaba todo sumido en una calma forzada , necesitaba serenarse y esperar al mejor momento para realizar su movimiento. Y ese momento no parecía llegar; un puñado de soldados asustados no tendrían mayor relevancia que el pisotear a un puñado de ratas. Pues eso es lo que eran, ratas enfundadas en armaduras de metal grisáceo, un metal que no les serviría para nada.  Se escucharon mas pasos rítmicos. Por la calle sur que tomaba dirección hacía la plaza de los pétreos entraron en tropel otro grupo de soldados de la guardia en formación cuadrada. Unos quince, la cosa se ponía interesante.

Atisbó a Lishandra escabulliendose entre la marea de gente que se había hinchado de nerviosismo y aún mas rabia. Se metió por un callejón del otro lado y se perdió de vista. Los cinco soldados dentro del circulo de gente habían dejado de pegar al viejo, y este, con una cara totalmente aturdida, miraba sus propios golpes enrojecidos como si acabase de descubrir que le habían pegado una buena tunda. Lejos de hundir las ganas de la gente, la arremetida de la formación de nuevos guardia les hizo enfurecer de tadavía más. Los cinco guardias asustados del interior comenzaron a ser golpeados con todo tipo de objetos que fueran algo contundentes. Uno de ellos lanzaba estocadas a diestro y siniestro ignorando el circulo que habían formado sus otros cuatro compañeros , y cayó al suelo desplomado al recibir un golpe tremendo en la nuca con un bastón que apareció de la nada.

La formación en cuadrado de los guardias que habían aparecido por la calle se extendió y cargó sin previo aviso contra las filas de ciudadanos que se giraban ya sobre sus talones para hacerles frente. Esto empezaba a entusiasmar a Athansi y su corazón se aceleró de la emoción. Pronto vendría lo bueno. La formación armada penetró entro los ciudadanos como un erizo. Los ciudadanos rebeldes se apartaban, pero no se dispersaban , ni huían, se congregaban en el limite de sus lanzas y de vez en cuando lanzaban alguna que otra carga desesperada y llena de rabia. Uno se coló con agilidad entre dos lanzas y le clavó a un soldado un cuchillo en la garganta con saña , antes de que le ensartaran los soldados de detrás y cayera al suelo desplomado. Valiente pero estúpido. En el otro extremo , una mujer se agarraba las tripas mientras tres lanceros le clavaban las lanzas y las sacaban con suma profesionalidad. Una , dos, tres veces , continuaron violando su cuerpo con sus puntas afiladas mientras la gente de alrededor contemplaba con horror. Fue como un estallido de furia por ese lado. Antes de que la mujer desangrada se desplomara, un grupo numeroso se envalentonó y arremetió con locura hacía las filas de lanzas , ignorando que ellos no llevaban armaduras con las cuales protegerse. Varios fueron parados en seco con el ruido sordo de la lanzas penetrando sus pechos , pero otros tantos consiguieron avanzar entre las lineas y hacer una autentica escabechina con sus cuchillos, con sus piedras, incluso con sus palos. Athanasi veía todo aquello desde una distancia prudencial, y no pudo sentirse sino satisfecho al comprobar que Lishandra había cumplido su parte. Los ánimos se encontraban mucho mas caldeados de lo que jamás hubiese llegado a imaginar, solo había necesitado una pequeña chispa para hacerles estallar de forma demencial , y estupendo que había sido. Athanasí debía de acordarase de
agradecerleselo a la chica llegado el momento.

Varios ciudadanos en el extremo norte del grupo se dispersaron y se perdieron por distintas calles, o estaban huyendo por fin, o buscaban refuerzos. Esperaba que fuese lo segundo. Los soldados de la guardia tampoco fueron inútiles del todo; un pequeño grupo se disgregó y regresó sobre sus pasos para avisar al resto de la guardia. Sabían que la contienda no debía llegar a una escala mayor, los tenían que reducir cuanto antes, o se convertiría en un baño de sangre por toda la ciudad. Desde algunas de las ventanas de las casas adyacentes a la plaza del mercado comenzaron a llover utensilios de todo tipo. La guerrilla ciudadana podía ser mortífera si se alentaba de la manera adecuada.

Los Guerreros de la JusticiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora