Funeral.

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-Agustín, hijo, ¿estás bien?- Preguntó la madre de Agustín cuando ya comenzó a preocuparse debido a que su hijo se negaba a abrirle la puerta y ni siquiera le contestaba- Abre la puerta, por favor. ¿Qué pasó?

Y en ese momento Agustín finalmente abrió la puerta. Tenía los ojos rojos e hinchados, las mejillas más que húmedas y aún corrían algunas lágrimas por su cara. Su pelo, como siempre, desordenado. Estaba vestido, pero parecía como si siguiera en pijama. Estaba destrozado… Y eso partía mi difunto corazón.

Comenzó a llorar otra vez. Se lanzó como un niño pequeño a los brazos de su madre gritando, y esta lo consoló.

-¡ESTÁ MUERTA, MAMÁ! ¡ESTÁ MUERTA!

-¿Q… Quién está muerta?

-Clara… Se suicidó anoche y dejó una carta en el buzón de nuestra casa- Y volvió el llanto.

-Oh, no sé qué decir. De verdad, hijo, perdón por no poder consolarte de la forma más correcta, pero estoy sin palabras. Esa niña era tan dulce, tan amable, siempre traía una sonrisa en su cara, creo que ahora sabemos que era una sonrisa falsa, sonreía por fuera mientras lloraba por dentro. Pobre chica, sus padres deben estar desesperados- ¿Los fantasmas/espíritus/o lo que sea pueden llorar? Al parecer sí; porque eso es lo que yo estaba haciendo en ese mismo momento-. ¿Podrás estar bien?

-Yo la quería, mamá. La quería mucho. Y nunca se lo dije, ya no podré hacerlo- Cada vez las lágrimas salían con más fuerza de sus ojos.

No, no podía continuar viendo esto. Tenía que irme.

*~*

Así que me esfumé de ahí y de repente aparecía en un auto… Creo que era un coche funerario, porque a mi lado había un ataúd, mi ataúd. Era de madera barnizada en un color rojo caoba; hablando de ataúdes, no era feo.

Atrás del coche funerario venía una fila de autos. Reconocí el primer auto al instante: era el de mis padres.

Cuando llegamos al cementerio, sacaron mi ataúd del coche y entre mis tíos, mi padre, mi abuelo y Agustín llevaron mi ataúd. Lo llevaron hasta un sector bastante agradable, tenía un gran árbol que le daría sobra y protección a mi tumba, también habían muchos asientos, todos alrededor de un amplio hoyo en la tierra, supongo que ahí iría el cajón. También había un podio, y todos iban vestidos de negro, hasta Alicia, que se caracterizaba por sus llamativos y alegres colores, ahora se veía triste, decaída, como si hubiese estado enferma por meses.

Empezó el funeral. Primero hablaron mis padres al borde del llanto.

-Clara siempre fue alegre, nunca las veíamos llorando o frustrada. Se esforzaba en lo que hacía. Era muy fuerte, soportaba cualquier cosa. Nunca… nunca nos imaginamos que podría haber ocurrido esto- Dijo mi padre-. La amábamos más que a nada, y nunca dejaremos de hacerlo.

Mi madre no fue capaz de hablar, sólo pudo llorar.

Luego hablo Alicia.

-Ella fue y es mi mejor amiga. Sabía todos sus secretos, sabía por todo lo que estaba pasando, de hecho una vez, estábamos en su cuarto y de broma me dijo: “¿Sabes? Me gustaría ver lo que es estar muerta. Debe ser extraño ya no estar en este mundo”. Ahora lo sabes Clara. Ahora sabes lo que es estar muerta.- Habló mirando al cielo, y por un momento sentí su mirada en mí.- Serás recordada por tu alegría, por mantenerte en pie siempre, por destacarte en clases, por eso y mucho más; pero yo te recordaré por ser mi confidente, casi como mi diario de vida, recordaré aquellos veranos tiradas en el suelo de nuestras habitaciones sin hacer nada, también recordaré nuestros ataques repentinos de risa en el lugar menos indicado. Te recordaré porque gracias a ti superé mis problemas, y me odiaré cada día por no haber logrado que tú superaras los tuyos. Te quiero, Clara… Te amo. Gracias por cada una de nuestras memorias juntas.

Alicia hizo que todos se emocionaran, pero nadie estaba peor que ella. Lloraba desconsoladamente gritando cosas al aire, y su madre tuvo que ir a calmarla.

Algunos de mis profesores hablaron, todos decían lo mismo: “Era una buena niña. Destacada en cada una de las materias. No entiendo por qué lo hizo”. Pero  hubo algo que me sorprendió, Agustín estaba parado en el podio, listo para hablar.

-Sólo diré una cosa: la amo, pero me di cuenta demasiado tarde… Y nunca me lo perdonaré.- Dijo eso y se bajó del podio, caminó hasta que nadie lo pudiese ver y lloró. Luego volvió a su lugar.

Nadie más habló, así que procedieron a enterrar el ataúd. Y comenzó a sonar mi canción favorita: Hold On Till May de Pierce The Veil.

-Siempre te recordaremos.- Gritaron Alicia y Agustín al mismo tiempo.

Después todo se volvió oscuro.

                                                   ...

Suicidio, mi amor.Onde histórias criam vida. Descubra agora