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Aún no terminaba el trabajo del taller de comic, y lo vergonzoso es que ya lo había empezado hace una semana, pero no me daba la gana ponerle término y entregarlo, lo que no era muy favorable para mí, puesto que llevaba días teniendo mis huidas del profesor del taller, que insistía en que le entregara el trabajo pronto porque lo había encontrado hermosísimo y novedoso; siendo sincera me daba un poco de pena decirle que no quería ir más al taller luego de ir dos años seguidos. Ya me daba pereza quedarme cada miércoles por la tarde a sus clases de comic. 

Y justo hoy era miércoles.

Estaba preparando mi huida número quince, dado que ya lo he hecho muchas veces y es un tanto complicado, porque el profesor siempre llega de inmediato al salón, es un hombre bastante puntual.

Esperé el sonido del timbre que indicaba el término de las clases en general y corrí lo más rápido que pude para evitar al profesor y su taller. Me escondí detrás del diario mural escolar y suspiré esperando que no me hubiese visto arrancar, y lo extraño fue que mi mirada se fue al salón para ver si él había llegado temprano como de costumbre, pero no estaba allí.

Sentí dos piquetes en mi hombro y me sobresalté un poco en mi lugar: no sabía si se debía al susto que pasé por pensar que podía ser el profesor del taller o las cosquillas que sentí a penas con ese tacto tan poco delicado.

Me di media vuelta, sin estar preparada para enfrentar al profesor de comic. Pero no era él a aquien mis ojos veían.

Un chico de tez blanca, cabellos marrones, y con ojos en forma de raya me estaba examinando luego de que yo me volteara.

—¿Estás bien?, creo que te asusté.

Negué a lo que dijo, aunque era cierto, me había asustado, no pude decir nada además a parte de sonreírle castamente.

—Oh, tú sabes... ¿Dónde está el profesor de comic?

—No, no lo he visto. —sentí nervios sólo porque había nombrado al profesor.

Dije en un tono de voz no tan alto, y fue entonces que el corazón se me aceleró. Como si lo hubiera invocado, el profesor de comic venía por el camino que pasaba a un lado de nosotros. Me exalté, sin saber que rayos hacer, ¿Debería dejar hablando sólo al chico?, no, eso no se vería de buena forma, sería algo atontado de mi parte, pero tenía que correr ahora o nunca, porque sino el profesor me pediría el trabajo que llevo retrasando desde hace días.

—Ahí está. —le dije al niño de ojos rasgados, apuntando hacia el profesor que venía caminando a la distancia y algo rápido.

Terminé de decir aquello y corrí hacia la salida de la escuela con prisa. Alcancé a escuchar un '¡Gracias!' por parte del chico y eso sólo hizo que llevara más rápido el paso para evitar llamar la atención del profesor que venía cerca.

Afortunadamente no me descubrió.

No tenía ganas de llegar tan pronto a mi casa, por lo que pasé a comprar unas papas. Luego de comerlas me senté en un banco dentro de un pequeño parque. Mi mente estaba en blanco, o más bien me quedé pensando si fui muy extraña al salir corriendo tan de repente, más si era frente a una persona que jamás había visto.

Dejé de lado ese pensamiento y me dediqué a mirar algún punto fijo... en realidad a la nada.

Sentí el peso de alguien en el banco y miré hacia mi costado por curiosidad. Demasiada casualidad... era el mismo chico de hace como unos treinta minutos atrás. Volví a  mirar hacia el frente, y de pronto me coloqué nerviosa, con ganas de marcharme de manera pronta.

tickling me; »jooheonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora