Día del secuestro

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Una semana antes.

Abrí los ojos, mi reloj interno me ordenaba levantarme ya, mi habitación iluminada por los primeros rayos de sol, me encandilaba en los ojos al retirar el antifaz que me colocaba para poder dormir sin que la luz del poste cerca de mi ventana me dispersará el sueño, las blancas cortinas de seda transparente bailoteaban con la suave brisa que se colaba por el pequeño espacio entre las dos hojas de vidrio de mi ventana panorámica. Me acerque para correr la cortina para observar el hermoso y extenso jardín, las rosas rojas que habían florecido y me ofrecían un bellísimo espectáculo desde mi ventana en el segundo piso de la mansión. Aquel día estaba feliz aunque, no era común en mí, desde que perdí a mi madre a los nueve años, sentía que algo me faltaba y mi felicidad no era completa, mi padre trataba que su ausencia me afecta lo menos posible, no terminaba de compensar su amor y su cariño. Pasábamos tiempo de calidad juntos, era muy cercano a mí en todos los aspectos, siempre complaciéndome en lo que a su alcance estaba afectivamente hablando, porque económicamente tenía todo lo que necesitaba, él trabajaba mucho, mi padre era rico de cuna, mis abuelos le heredaron todo lo que tenían y mi padre hizo crecer aún más nuestro patrimonio, pero aun así siempre se preocupó que el dinero y sus tentáculos jamás me robaran la humildad cosa que logró con éxito.

Soy una chica normal sin egos de grandeza, me gustaba escribir poesía desde que cumplí los doce años, con el sueño de algún día poder publicarlos en un libro.

Me preparaba para asistir a mi primera clases de medicina, peinaba mis largos cabellos castaños, mientras miraba en el espejo mis mejillas sutilmente bañadas con mínimas pequitas y mis grandes y expresivos ojos marrones con mis largas pestañas risadas, me encantaban. Mi atuendo constaban de unos Jeans desgastados mis favoritos de una extensa gama de modelos para escoger, a mi padre estresaba vérmelos, decía que estaban feos y viejos, y se ofrecía acompañarme a comprarme cuantos quisiera con tal de deshacerse de ellos, también llevaba una blusa de flores pequeñitas en color vino tinto y hojitas verde oliva con botones pequeños cerca del cuello la tela algodón muy fresca y mis tenis blancos.

Me apresuré a bajar las escaleras me despedí de mi padre que salía para su oficina y del amas de llaves la Sra. Gertrudis.

El chofer me esperaba para llevarme, y me recogería a la hora de la salida.

Aquella mañana el sol brillaba alto en el cielo, bajé del auto y me dirigí a la entrada, caminaba bordeando las rejas ya me había alejado bastante de la entrada cuando me tropecé a un hermoso muchacho de ojos tristes que llamó mi atención, con un hombro recostado a la reja del otro lado, me miraba acercarme con curiosidad, cuando estaba casi frente a él, sonrió mirándome fijamente, amistosamente me acerque y le dije:

-Hola soy Gabrielle. Soy nueva en la facultad de medicina ¿Podrías indicarme si por aquí llego a las prácticas?- Sin pronunciar palabra alguna levantó su dedo índice y me indicaba la dirección, miré hacia sitio indicado y cuando volteé a darle las gracias, vi una mariposa amarilla revoloteando entre él y yo, él sonreía mirándola y subiendo su mirada hacia mis ojos con una dulce sonrisa en sus labios, abrió sus palmas de las manos, cuando sorprendida la vi pasarse entre ellas.

Sus ojos se iluminaron al verla allí muy cómoda abriendo y cerrando con suavidad sus alas, mire a mi alrededor  queria saber de donde había venido; en el jardín del instituto no había plantas con flores solos arboles altos y frondosos, posiblemente esta perdida pensé. volví a mirarlo esta vez mi sonrisa creció al verlo mirándome fijamente. De repente el timbre me apartó del mágico momento y me despedí de él, apurando el paso para no llegar tarde a mis clases. Esa fue la última vez que le vi, al hermoso muchacho de los ojos tristes.

En la oscuridad de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora