Prólogo

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—Te amo mucho —murmuró la escolar sobre los labios del mayor, que estaban ligeramente curvados por la inesperada sonrisa que concebía la anticipación.

—Bésame — demandó.

Juntaron sus labios y se fundieron en un mágico beso, esos que hay en los cuentos de hadas, peor que Romeo y Julieta o más romántico que Titanic, luego lo llevó a su recámara para poder metersel-

¡IRENE!

¡Dígame! — contestó igual de exaltada por la interrupción a su relato, curvó la comisura de sus labios en una tenue sonrisa y batió sus negras pestañas, haciendo un gesto cómplice— ¿Ya me gané mis alas? — entrelazó sus dedos posicionándolos bajo su barbilla.

—Para nada, solo te pregunté cómo es que se separaron esos jóvenes si tanto se amaban como comentabas, pero no te pedí detalles ¡Los cotilleos de los demás es pecado!

La mujer chasqueo la lengua y colocó sus manos en su estrecha cintura claramente hastiada —Vamos Dios, no sea aburrido... hay que ponerle un poco de salsa al ambiente, todo está tan aburrido y monótono que me dan ganas de morir por segunda vez.

—Siempre tan impertinente y maleducada — cuchicheo BoGum, que estaba al lado derecho del Todopoderoso.

— ¡Mírelo! — se quejó señalando al hombre.

El Supremo se sobo sus sienes, ni en el paraíso tenía paz.

Irene se acercó al hombre de barba blanca con cierta cautela para no cometer ninguna falta, se hincó en sus rodillas, sintiendo todo su peso en estas, y bajó la cabeza en señal de redención.

—Solo pido mis alas, para poder cuidar de mi hermana...

Irene, hace dos años atrás, había fallecido en un accidente catastrófico de auto, cuando se dirigía hacia el sur de la capital junto a su novio, por suerte éste había sobrevivido, pero por cosas del destino que la pelinegra aún no lograba descifrar, su persona no... Para ganarse las dichosas alas e ir al finalmente al tan musitado paraíso tendría que realizar una acción de bien, un acto que naciera de sí misma y que no fuera egoísta.

Ella había intentado de todo a lo largo de meses, desde cuidar cautelosamente a algunos perros callejeros, hasta ayudar en cierta forma a los mendigos desamparados, pero no era suficiente, nunca era suficiente y eso la estresaba mucho sin contar que sus ánimos y deseos de llegar a convertirse en un ángel eran casi inalcanzables. Porque no habían pasado días o semanas que era lo normal para que un espíritu hiciera su acto beneficioso, no, era veinticuatro afligidos meses que la única actividad que realizaba era vagar por el mundo terrenal, sin una brújula en su destino, porque ella ya no tenía objetivos o metas que cumplir o trazarse, ella solo estaba ahí, viendo como los vivos hacían sus vidas y se complicaban por cosas mínimas, mientras ella los observaba y tenía ciertos celos.

BoGum, fastidiado porque esa chica era demasiado insistente con ese tema, contestó lo que venía repitiendo desde más de setecientos días — No te podemos otorgar las benditas alas sino has hecho una obra de bien. Cuando estuviste viva no fuiste ni buena y tampoco mala, ahora deberías estar en el purgatorio pero como al último minuto te arrepentiste de todos tus pecados te concedimos la oportunidad de estar en el mundo para que consigas por tus propios méritos tu entrada al paraíso.

Irene se elevó de su posición y se reincorporó reclamando algo que siempre reiteraba.

— ¡Pero no me dicen que tengo que hacer, yo no soy adivina!

—Eso solo lo sabe tu corazón, hija mía — contestó Él.

La bajita se alisó con los delgados dedos su cabellera negra por la frustración, mientras trataba de hacer memoria y meditar en qué cosa no había intentado, luego una gran idea se apoderó de su ingenio.

Por las alas del Ángel [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora