Novosibirsk (Parte final)

2.5K 212 134
                                    



Capítulo 39

Novosibirsk (parte final)

(Si queréis sentir lo que yo sentí cuando escribí este capítulo, escuchad las melodías)



Saliendo de un pequeño restaurante popular, a escasos metros del grupo de soldados, apareció un matrimonio sonriente. Junto a él, agarrando con una de sus pequeñas manos la colorida falda de su madre, había una niña de rasgos mongoles. La pequeña era el vivo ejemplo de la dulzura, y tenía parte de la cara manchada del helado de chocolate que se estaba comiendo. ¡Aquello no podía ser cierto! ¡La chiquilla era idéntica a la del enigmático sueño de Yao Ming! ¡¿A qué se debía esa locura?!

Tal fue el impacto de ver a aquella pequeña que el oriental, presa del miedo, se quedó sin aliento y su corazón incluso amenazó con pararse. Todo su cuerpo se paralizó; algo de lo que, en un principio, no parecieron percatarse los demás soldados. Ajenos a lo que había contemplado Yao Ming, los demás expedicionarios aún continuaban mirando la ciudad sin comprender bien que era lo que estaba pasando.

Ignorante de la aterrada y desconcertada mirada del chino, la misteriosa familia se alejó de los spetsnaz caminando, deprisa, hacia un paso de peatones. Parecían dirigirse hacia el parque donde se estaban organizando los eventos festivos más importantes. Yao Ming no pudo hacer nada para evitar que aquellas personas se fuesen; su cuerpo estaba paralizado por el terror y de su boca no quería salir palabra alguna. Fue ya cuando la familia estaba cruzando la amplia carretera de seis carriles, casi medio minuto después, que el chino salió de su estado de shock y se dio cuenta de que estaba a punto de perderlos de vista. Eso lo alteró muchísimo. ¡No podía permitirlo! ¡Necesitaba respuestas!

—¡Ahí está esa mocosa! ¡¡Está viva!! —clamó el oriental de repente, ante la sorpresa de los otros tres militares.

Sin mediar más palabras con sus compañeros, el sargento salió corriendo entre la marabunta, al tiempo que trató de mantener localizado al matrimonio y a la niña. Pero no lo consiguió. La acumulación de gente en aquella calle era tan grande que acabó perdiendo su pista. Al ocurrir aquel contratiempo, Yao Ming emitió un grito de fastidio y renegó varias veces. Aún así, no se rindió y siguió corriendo. Asombrados por la frenética actitud del sargento, Mussorgsky y el resto del equipo —que aún no entendían nada de lo que estaba pasando— no dudaron en seguir a gran velocidad a su enajenado compañero, mientras lo llamaban a voz en cuello. Querían saber que era lo que estaba pasando y el porqué de tanta prisa.

Pero Yao Ming ni siquiera los escuchaba. La escafandra de plástico de su cabeza, al doblarse y estirarse, producía una enorme cantidad de ruido en sus oídos mientras trataba de abrirse paso entre la masa. Más no era esta la principal razón. Por encima de todo, lo que de verdad impedía al chino reparar en las palabras de su teniente y del resto de su equipo era su propio cerebro. Su mente solo pensaba en que debía volver a encontrar a aquella enigmática niña que era idéntica a la de su ominosa pesadilla. Necesitaba respuestas; y tan intenso era el afán que tenía, que ni siquiera le importó que el semáforo de la carretera se acabase de poner en rojo. En un peligroso acto, el chino cruzó la vía aun a riesgo de ser atropellado. Los otros spetsnaz, muy preocupados por la inusual actitud del sargento —que era poco dado a los actos impulsivos—, también se aventuraron a atravesar la amplia calzada de seis carriles. Lo hicieron, no obstante, casi diez segundos después, por culpa del gran gentío que obstaculizó su avance.

A2plus: Esencia Evanescente I y II (YA EN LIBRERÍAS)Where stories live. Discover now