41.

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Capítulo 41.

LAUREN


La habitación es hermosa. Nos alojamos en el Hotel Dean, ubicado en un bonito condado ubicado en Providence, Rhode Island. Todo aquí es tan colorido y me hace sentir tranquila, en completo orden y estabilidad.

Y cuesta solamente noventa y nueve dólares la noche. Tenemos una cama para dos, perfectamente hecha con sábanas y cobijas blancas. Un espejo largo adorna la cabecera, llegando casi hasta el techo. Un sofá cómodo y pequeño, un escritorio y una televisión colgada a la pared. Hay una ventana a lado de la salida. Ambas puertas, incluyendo la del baño, son de madera negra y le dan un toque de ponderación y desenvoltura al lugar.

Su mano fría, congelada, reposa en mi espalda mientras me mira a los ojos. Le sonrío con timidez y acaricio su pómulo con mi pulgar. Nos mantenemos a una distancia considerable, lo suficiente para no sentirme culpable por casi estar engañando a James.

Gavin solamente lleva puestos unos jeans negros, es todo. Yo me quedo en ropa interior y una camiseta de tirantes muy delgada. Él ha peinado mi cabello en una trenza, de esas que aprendió a hacer gracias a su hermana.

—No pensé que fuera a hacer tanto frío aquí en Providence.

—Está bien —bisbiseo—. El clima no es inconveniente.

—Sí, ya lo noté —ahora es él quien sonríe para después contemplar apresuradamente mis piernas—. Lauren, no puedo creer que en algunos meses sólo podrás recostarte con James. Es inaudito.

—¿De verdad quieres conversar de eso ahora mismo? Porque estamos muy bien así.

—No, no quiero, aunque después será ineludible. Si no lo hacemos pronto, acabaremos discutiendo dos minutos antes de que camines al altar.

—Abatiríamos la atmósfera de paz y tranquilidad. Olvida esto por unas horas, o por estos dos días que tenemos para nosotros. Estamos solos, ¿no lo ves? Me tienes para ti, sólo para ti.

Él niega lentamente y cierra los ojos. Su aferre se hace más afanoso en mi espalda y poco a poco estoy fijándome a su pecho. Un mechón de cabello castaño le cubre la mitad de la frente.

—No me gusta que digas eso.

—¿Qué cosa?

—Que te tengo sólo para mí —suspira—. Sabemos que eso no es cierto. Estás en cuerpo aquí, en Rhode Island, pero tu mente y alma están en Nueva York.

—¿Y mi corazón no cuenta? —Sonrío. Es verdad, es verdad... Estoy siendo absurda. Adoro a James, pero todos saben que cuando digo que lo amo, es mentira—. Es mi corazón el que está aquí contigo.

Gavin abre sus enigmáticos ojos, una mezcla de azul y gris que me hacen estremecer. Se relame los labios y, cuando creo que va a decir algo más motivador, detona una carcajada que casi me ensordece.

—Eso fue encantador —dice entre risas.

—Eres un idiota —no sé cómo, pero termino alejándome de él y me pongo de pie. Tomo mi suéter gris que encuentro en el piso y me encierro en el baño.

—Eh, Lauren, estaba bromeando —golpea la puerta dócilmente un par de veces, pero sigue riéndose—. Nena... Fue inesperado todo eso, pero gracias por hacérmelo saber. Creo que es adorable.

—Cállate.

—Me han dicho que el baño es uno de tus escondites favoritos.

—¡Gavin!

—Abre la puerta. Es corrediza y sabes que puedo hacerlo yo solo, pero respeto tu privacidad.

—Eres horrible.

—Y tú preciosa, pero ¿y eso qué?

Guardo silencio. Gavin siempre es tan ocurrente y es algo que odio, pero al mismo tiempo me encanta, de él. Siempre sabe cómo corregir algo después de arruinarlo totalmente.

Deslizo la puerta y asomo la mitad de la cara, haciendo una especie de mohín de simulada molestia.

—Te dije que tienes mi corazón —hablo con vergüenza.

—Y yo te dije que aprecio mucho que me lo digas, porque por un momento creo que es verdad. Tú tienes el mío, Lauren Ortells. Lo has tenido siempre —se encoge de hombros y aspira fuertemente. Coloca la mano en la puerta hasta que queda totalmente abierta—. Y sabes que es cierto, porque no soy yo el que se casará en unos meses.

—¿Y eso qué tiene que ver...? ¿Y por qué siempre quieres regresar a lo mismo, una y otra vez?

—Porque duele que no quieras hablarlo conmigo —toma mis manos y las junta con las suyas. Hace que los dos nos sentemos en el gélido revestimiento del baño

—Es que... no sé qué es lo que quieres oír.

—Ya escuché que lo amas, que de verdad quieres estar con él, pero, Dios, tienes veinte años. James Prior te dobla la edad, ¿y sabes cuál otra inconformidad tengo sobre este tema? —Respondo su pregunta negando con la cabeza—. Que no soy yo el que te besará ese día en la iglesia. O tal vez sí, pero no será lo mismo. Y eso, Lauren, eso me jode.

—Cariño...

Es inevitable para mí. Se ve tan frágil, triste y abatido. Mis dedos buscan ansiosamente su cabello y llevo su cabeza a mi pecho para abrazarlo, intentar consolarlo. Él rodea mi cintura y nos quedamos así, sentados en el piso del baño después de confidencias amorosas.

—El que esté con él no significa que no te añore cada día de mi vida. Créeme, te extraño siempre —manifiesto con un nudo en la garganta, aunque no tengo ganas de llorar—. Aun pienso que tú y yo sucederemos en algún futuro. Ahora no es nuestro momento, eso ya pasó y no funcionó.

—Por mi culpa.

—Los dos tuvimos algo que ver.

—Por supuesto no quieres estar con alguien que su único objetivo es meterse en problemas y huir constantemente. Yo lo entiendo, y lo respeto, y es lo que menos quiero para ti —susurra. Creo que no quiere hablar tan alto porque, si lo hace, es probable que empiece a llorar—. Te prometí arreglar todo lo malo y no lo he hecho.

—Porque no quieres.

—Porque me enfoco en cosas que ciertamente me importan un comino. No me he concentrado en lo que en serio quiero. Si lo hubiera hecho desde el principio, probablemente estaríamos juntos.

—Probablemente.

—¿Dirás que me amas, Lauren? Porque yo ya te lo dije —se ríe—. O, bien, no lo digas si no lo sientes.

—Sí lo siento.

—De acuerdo...

Me reprendo mentalmente y volteo los ojos sin que Gavin me vea. Sigue aferrado a mi cuerpo y yo al suyo, como si no tuviéramos tanto tiempo para esto.

—Que sí, que te amo.

—Pero no cambiarás de opinión.

—No. Lo siento.

—No tienes por qué disculparte.

—Creo que sí.

—Sólo responde algo más.

—Lo que sea —acepto después de unos segundos—. Dime.

—Bueno, no, no es pregunta. Sólo quiero que estés abierta a la posibilidad de algo extremadamente loco —vuelve a reírse para esta vez separarse y verme a la cara.

—¿Qué...?

—Sabes que soy capaz.

—¿De qué estás hablándome? —Tengo una idea, la tengo, pero escondida en lo más recóndito de mi cabeza. Lo he pensado, de verdad lo he pensado, pero Gavin... Sí, sí es capaz. Totalmente capaz.

—Lo sabes.

Sonrío de lado.

—Sí, lo sé.


Outlaw.Where stories live. Discover now