Guerra fría

501 48 2
                                    


La sala de la cueva era redonda y como bien había dicho Farah tenía dos entradas. Una por el pequeño agujero por el que habíamos entrado nosotros y otra en el otro extremo donde también decenas de custodios estaban repartidos alrededor de ella o bien para evitar que ningún miembro de la Orden saliera o bien para huir en cuanto la cosa se pusiera aún más fea de lo que ya estaba. También había una pequeña bóveda tras la medusa, donde se suponía que debía de estar la caja y el resto del tesoro, ya que la mujer siseaba y golpeaba a todo aquel que se acercara más de lo necesario. La batalla ya estaba desatada, Custodios y enemigos, luchaban entre si en cualquier rincón de la estancia. Se escuchaba el estrepitoso ruido de los disparos, y el insoportable chocar de los diferentes aceros. La mayoría estaba enzarzada, como Patrick había previsto, en la lucha cuerpo a cuerpo hasta que uno de los dos contrincantes crujía horrorosamente y terminaba desplomado en el suelo.

También había desperdigados por varios sitios estatuas de piedra de seres humanos, que no solo parecían reales, si no que tenía la certeza de que un día fueron seres humanos. En las pocas estatuas en las que posé mi vista llevaban vestimentas como de otra época, e incluso ropa de explorador, por lo que casi tuve la certeza de que no era ninguno de los que habían entrado allí aquella tarde.

El pánico se apoderó de mí. En primer lugar por que no conseguía localizar a Patrick, ni a Danny, ni a Reccelen, por mucho que miraba. Y en segundo lugar por que aquel ser llamado medusa, daba realmente mucho miedo. A si que me quedé tan paralizado como una de aquellas estatuas.

-Quédate detrás de mí-me ordenó Farah.

-¿Te preocupa ahora lo que pueda pasarme?-inquirí sarcásticamente y con todo el rencor que pude soltar en aquel momento.

-Me preocupa de que pueda pasarte algo antes de tiempo-me la devolvió el chico mientras sacaba de su cinturón un par de cuchillos largos de plata con la hoja extremadamente ancha. Parecían miniaturas de verdaderas espadas.

Un Custodio más o menos de mi misma edad al que yo había visto entrenando en el estadio, pero que ni siquiera sabía como se llamaba se lanzó contra Farah en aquel preciso instante. No me sorprendió ya que como todos estaban ya pelando por llegar primero a aquella bóveda, era de esperar que él también lo hiciera. Instintivamente me eché hacia atrás con el primer golpe del custodio. El chico llevaba un especie de lanza corta que empleo para acometer contra Farah, quien esquivó el ataque con mucha elegancia. Aquello fue solo el principio, Farah golpeo al chico con la parte trasera de la pequeña espada y luego le propinó un gran tajo en el centro del pecho. El chico puso cara de dolor pero lejos de rendirse volvió a atacar. Se metió por debajo de los pies de Farah y utilizando la lanza de contrapeso, consiguió derribarlo hasta el suelo. Por un momento pensé que el chico había ganado, pero justo cuando el chico iba a incrustar la punta de la lanza en le pecho de Farah, este le hizo una palanca y cambiaron las tornas, ahora era el enemigo quien bajaba su espada a toda velocidad hacia el chico que lo miraba con cara de horror y desprecio. Había pedido el combate, pero no la vida, al menos si yo podía evitarlo.

-No le mates-pedí. Sabía perfectamente que era por aquel lugar, que mis dones se agudizaban, por lo que no me costó ni el más mínimo esfuerzo en que la lanza se detuviera en seco casi antes de rozar el pecho del chico y pese al empeño que Farah ponía en que siguiera bajando.

-¿Qué estás haciendo?-escupió con desprecio el chico.

El otro chico se deslizó fuera del alcancé de la espada y se incorporó muy lentamente, debido a la herida sangrante que tenía en el centro del pecho.

-Vete-ordené gritando.-Vamos, vete ya.

En aquel momento unos ojos a lo lejos me miraron desorbitados. Había reconocido mi voz al instante. Patrick me miró perplejo desde la otra punta y yo le miré aliviado de haberlo encontrado vivo por lo menos. El chico giró de nuevo la cabeza y con un grito de furia atravesó el abdomen de su contrincante como si le hubiera costado el más mínimo esfuerzo. Yo me volví para no encontrarme con aquella imagen tan desagradable y me encontré con es estallido de la mano de Farah sobre mi cara. El impulso y la fuerza eran de tal magnitud que caí hacia un lado en un golpe seco. El dolor de mi mejilla y el polvo seco de la cueva hicieron que empezara a toser desmedidamente, mientras intentaban que el aire volviera rápido a mis pulmones para intentar salir con vida de aquello. Me giré en el suelo, justo a tiempo de ver como el chico se abalanzaba contra mí.

Pequeños TesorosWhere stories live. Discover now