Parte 1

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La navidad empezaba a tonarse una molestia. Las luces y esferas de colores colgadas de las puntas de los árboles lograban irritar al chico oji-verde. El crujido de sus pies al pisar sobre la nieve se combinaba con el eco de una bofetada bien plantada sobre su mejilla hacía sólo unos instantes. Su mejilla expresaba un rojo dolor.

- Si no quería esta vida, ¿por qué no simplemente decidió ignorarla?

Hacía 3 años del divorcio de sus padres, casi justo después de descubrir a la señora Isabela con otro hombre en casa en la cena de Navidad. ¿Acaso él creía que no lo sentía? ¿Qué no lo recordaba? Aquellas hermosas Navidades donde el olor de galleta recién horneada inundaba las habitaciones cada atardecer, levantarse tarde por las vacaciones de la época y el dulce sonido de un villancico frente al árbol en Noche Buena. Hermosas navidades plasmadas en un marco en la pared; ojalá pudiera olvidarlo, él quisiera olvidarlo tanto como para no recordar por qué debía hacerlo.

— Hubiera aceptado la invitación de mamá. – Se reprochaba él. —Estaría lejos de aquí, en una tranquila playa tropical, con la arena, el sol... -Empezó a convencerse él mismo mientras caminaba encorvado. Pero el "hubiera" no existe, y él prefirió no abandonar a su ser más querido en una fecha tan "especial".

Un frío viento sopló y congeló sus pensamientos. Se había percatado de que había dejado su abrigo en casa, frotó sus brazos con sus manos para conseguir algo de calor, mientras un espeso humo blanco salía de su boca. Sus pasos no tenían un rumbo fijo, y las huellas de éstos eran cubiertos cada vez más por la nevada que la ciudad sufría.París es tan hermoso en invierno. Era tan blanco, las copas de los árboles totalmente cubiertas de nieve, los faroles a su máximo esplendor, y los colores de las luces o adornos resaltaban como la misma sangre sobre la nieve. Tanta pureza lastimaba la vista. Adrien llegó a la Place Des Vosgues. Sonrió nostálgicamente y decidió tomar asiento en una banca, mientras admiraba un gran árbol de Navidad frente a él.

— ¿Adrien?

Escuchó una delicada voz detrás de él. Hacía ya unos cuantos metros que era observado por una chica de cabello azabache; se trataba de su compañera de clase, Marinette. Al contrario de él, ella portaba con mucho gusto un abrigo de color rosa pastel que le llegaba a media rodilla, unos jeans de color blanco y unas botas de invierno que se veían cómodas y calientes; eso sin contar la bufanda que adornaba su cuello y un pequeño gorrito.

— Hola, Marinette. – Se limitó a decir. La chica decidió tomar asiento a lado de él, y juntos observaron al frente.

— ¿A caso no es bello? – Preguntó la chica con tanta calidez en su oración que lo consternó por un momento.— Estas épocas son más de lo que pudiera pedir.

Ojalá él pudiera decir lo mismo. Sonrió de lado y dejó que los diferentes destellos de las luces del árbol se reflejaran en sus pupilas. Por otra parte ella notó que algo diferente se notaba en él, lucía tan apagado. El dulce verde sus ojos parecía más un pasto seco y podías notar a simple vista como divagaba entre sus pensamientos. Marinette lo observó de reojo y se colocó después de pie, creía que cualquier persona tenía derecho de disfrutar de esta época, una época para el amor, la compañía pero sobretodo la esperanza de que, esto no es el final, existe una esperanza para el mundo, un anhelo de ser mejor, una esperanza de seguir viviendo.

— Ven. –Le impuso Marinette mientras sostenía con firmeza la bolsita de lado que casi a diario portaba. Adrien sólo se limitó a mirarla como estúpido. ¿Ir a dónde? Ella insistió con la mirada. Sus ojos azules cerúleos se posaron en los ojos de Adrien, y sin saber cómo, ni con qué fuerza se puso de pie y se dispuso a caminar con ella.

Un cálido abrigo y dos tazas de café.Where stories live. Discover now