Capitulo 4: Limonada con Miel

1.9K 227 88
                                    

El sonido del pasar y pasar de las hojas de su cuaderno me relajaba, el papel arrugado, el grafito pintando el infinito blanco de aquellas hojas rugosas, sus manos limpiando los residuos de su borrador, de vez en cuando suspiraba y aquella pequeña orquesta de sonidos tan preciosos seguía sonando para mí.

Me avergonzaba un poco verlo trabajar, ver su expresión concentrada mientras plasmaba una historia en el papel, mientras le entregaba vida y color a un universo donde él era el Dios. Ver sus largas pestañas, sus ojos oscuros y soñadores, su sonrisa al darse cuenta de como su trabajo tomaba forma. Me quedaba con los sonidos, con el sentir su presencia en su mesa de trabajo mientras yo terminaba aquel libro que tanto me había pedido Sam que leyera.

Mis contradicciones son increíbles.

No quería un amigo, ni siquiera un conocido, pero Samuel había entrado a mi vida de tal manera que me hacía imposible alejarme o alejarlo. Tal vez simplemente necesitaba una compañía diferente, necesitaba a aquel amigo incondicional que siempre te apoya, lo que es Sam para Frodo, Ron para Harry, Pinky para Cerebro y Patricio para Bob. Tal vez con Mavis ya no era lo mismo, los años nos habían hecho distanciarnos poco a poco. No... no habían sido los años, yo había alejado a las personas de mi lado de forma intencional. Pero con Samuel era diferente, nos encontrábamos por casualidad al comienzo, intentábamos comunicarnos como podíamos. Me di cuenta de lo bien que nos llevábamos, ambos éramos tranquilos, nos gustaba la calma y no necesitábamos hacer algo con el otro para divertirnos, simplemente disfrutábamos de nuestra compañía.

Samuel no era mi amigo, no estaba cerca de serlo aún. Él era esa persona que conoces poco, pero te hace bien. Ese chico nuevo de la escuela al cual todos se acercan, sin embargo, no puedes invitar aún a tu fiesta de cumpleaños. Nuestra relación era extraña a mas no decir. Podía asegurar no saber casi nada de él y viceversa, sin embargo, ya no rechazaba sus invitaciones, aunque en el fondo no hiciéramos nada aparte de hacernos compañía.

Retiré mis ojos de las paginas repletas de letras que se enredaban entre ellas por no llevar puestas mis gafas y cansado lo miré de reojo, su rostro concentrado observaba aquel dibujo y frustrado comenzaba a sujetar su cabello. Suspiró fuerte y se levantó de golpe caminando de un lado para otro.

Comenzó a escribir en su teléfono rápidamente y se acercó a mí con las mejillas rojas de la frustración. Las letras en la pantalla se veían algo pequeñas, me acerqué un poco para leerlas y asentí.

Sam, cansado, masajeaba su cuello de vez en cuando, se acercó a la cocina para comenzar a hervir agua en una tetera eléctrica y sacando una prensa francesa de uno de los muebles de la cocina puso tres grandes cucharadas de café dentro de ella y esperó mirando el techo, jugando con su teléfono o tal vez enviándole mensajes a algún conocido.

Había aprendido que si hablaba lento y modulaba bien no era necesario escribirle todo en un papel o en la pantalla de su teléfono, aunque muchas veces él no entendía lo que le decía y comenzaba a reír. Tal vez lo estoy dejando entrar demasiado rápido a mi vida, tal vez no debería venir más a su apartamento o pasar el tiempo con él, pero al final, aunque se intente luchar con esa idea nadie quiere estar solo.

Sam sacó una caja metálica de té earl grey y puso una cucharadita en un infusor con forma de gato. Cuando el agua ya hirvió, en dos tazas con cerditos rosa puso el café y el té. Se sentó en el sofá y me entregó el café, el aroma enseguida me hacía sentir tranquilo y me traía recuerdos sin imágenes, instantes en los que sentía calma y me hacían sonreír de manera inconsciente, casi como una costumbre acerqué mi rostro a la taza y olí aquel amargo vapor con aquel olor tan agradable, posiblemente si llevara mis gafas puestas éstas se hubiesen empañado.

El Mundo Del Silencio EternoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora