BONUS

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El chico de cabello negro observaba una fotografía en su teléfono. Un joven de ojos pequeños  y mejillas sonrojadas, sonreía incómodamente junto a él en lo que parecía un parque. Esa imagen ya tenía años, su primera cita, si es que podía llamarse así. Se veían tan jóvenes e inocentes, casi unos niños. Pensar que ya ha pasado tanto tiempo le hacía sentir nostálgico.

El primer encuentro fue tan improvisado que nunca pensó que el otro chico aceptaría ir a la cafetería con él, él mismo pensaba que había sido un descarado en aquel momento, al principio sólo se había aprovechado de la situación, sin darse cuenta que después querría quedarse.

Habían pedido unos cafés y pasteles, cada uno de su sabor favorito. La conversación surgió naturalmente, dejando pasar el tema del beso robado, hablaron de lo que hacían, de sus gustos y familias, la confianza entre ellos iba creciendo a cada minuto, y los temas empezaban a variar desde las cosas más triviales, como la gente que pasaba por fuera del ventanal junto al que estaban sentados, o de los perros que veían y les parecían tiernos hasta cosas más profundas como sus pensamientos sobre la sociedad actual y la política. Las miradas robadas y pequeñas sonrisas presentes constantemente durante todo el encuentro.

Después de un tiempo, en el que los empleados del local ya les regalaban miradas de reproche por estar tanto tiempo ocupando el lugar, volvieron al parque. Por extraño que parecía, ninguno de los dos demostraba querer separarse del otro.

El más joven, con la intención de querer hacer sonrojar nuevamente al de ojos pequeños quiso capturar el momento en una foto. Se acercó junto a él y preparó su teléfono para la selca perfecta, cuarenta y cinco grados hacia arriba y una sonrisa brillante, si tan sólo el anciano cooperara un poco más sería perfecto. Posicionó uno de sus brazos en los hombros del mayor y lo acercó más hacia su cuerpo, logró su objetivo, el mayor lucía una incómoda sonrisa mirando hacia la cámara, al tiempo que un ligero sonrojo se asomaba en sus mejillas, insatisfecho con ello, al momento que presionaba el obturador dejo caer un beso en la mejilla de su acompañante, logrando que el sonrojo ya presente se hiciera aun más profundo. Fotografía tomada.

Al llegar el momento de despedirse, cada uno se mostraba reacio a dar el primer paso a sus respectivos hogares, prometieron volver a verse y aun con la vergüenza del mayor, el pelinegro logró que este le diera su número de teléfono.

Las conversaciones a través de mensajes y llamadas no se dejaron esperar, en cualquier momento en el que le era posible escribir, el de nariz afilada redactaba lo primero que se le viniera a la cabeza y lo enviaba, si sabía que le había sacado una sonrisa al mayor se daba por pagado. Se quedaban hasta altas horas en la noche hablando, a veces no alcanzaban a despedirse puesto que alguno de los dos era vencido por el sueño.

A aquella primera cita le siguió una segunda, y a ella una tercera, una cuarta, quinta y muchas más. Al café, al parque, al cine, a un concierto callejero, al acuario. Al parque otra vez...

-¿Quieres ser mi novio?
-Si

El primer beso consentido. Se habían acercado lentamente hasta que sus labios se tocaron delicadamente, iniciando una danza única, de la cual sólo ellos sabían la coreografía, movimientos lentos y pausados, sabían que tendrían todo el tiempo del mundo. Las manos del más joven se posaron en la cintura del otro, y los brazos de este rodearon su cuello en respuesta. El tiempo no existía en esa unión, no distinguían si habían pasado minutos, horas o años, sólo existían ellos. Esta vez no era una actuación o una vía de escape, sólo sus sentimientos a flor de piel, nunca habían pensado que un beso pudiera demostrar tanto, hasta ese momento.

Sólo se separaron cuando sus pulmones pedían oxígeno y creían que sus corazones no aguantarían más, se miraron a los ojos y podían ver sus emociones reflejadas en los del otro. En ese momento supieron que no querrían separarse nunca más.

-¿Qué miras, amor?

El pelinegro sintió unos brazos rodear su cintura y un peso en su hombro, seguido de un beso en su mejilla izquierda. Una sonrisa se dibujo automáticamente en su rostro, se giró dentro de los brazos del recién llegado para devolverle el abrazo y besarlo como correspondía. Se apoderó de los labios ajenos y los masajeó con pasión, logrando que el otro le accediera el paso a su boca, el contacto de sus lenguas haciendo que sintieran chispas en sus cuerpos, ese efecto, que aun con los años, no se debilitaba, parecía que se hacía más fuertes cada vez. Se separaron con la respiración agitada y la mirada nublada.

-La selca que nos tomamos el día que nos conocimos. – dijo el menor mientras trataba de regular su respiración, sin querer apartarse demasiado de su acompañante.

-Eso fue hace muchos años, recuerdo que me obligaste a sacarme esa foto contigo, eras un descarado. Después de la forma en la que te conocí aun seguías insistiendo en seguir a mi lado. Bueno, aun eres un descarado.

-Pero así me amas. – aprovechando que aun tenía al mayor entre sus brazos, lo besó – además de que si no hubiera hecho aquello, quizás no nos hubiéramos conocido. – otro beso.

-Si, te amo – ahora fue turno del mayor atrapar sus labios, que el pelinegro estaba feliz de entregar. – con tu descaro – otro beso – y tu espontaneidad – otro beso – y tu manía de querer hacerme sonrojar – otro beso – amo todo de ti – un beso más largo.

-También te amo, a ti y a tus sonrojos, y sé de algo con lo que podré hacerte sonrojar aun más. – una sonrisa coqueta aparecía en su rostro acompañando a sus palabras.

El pelinegro tomó de la mano al de ojos pequeños dándole una mirada cargada de amor y deseo, guiándolo a lo que era la habitación de ambos. Lugar en el cual iniciaron un pasional contacto, las manos no se dejaron esperar y comenzaron a recorrer el cuerpo del contrario, al mismo tiempo que caminaban dificultosamente hacia la gran cama, dejándose caer posteriormente en esta.

-Te amo tanto Nam Woohyun. – dijo Sunggyu con los ojos brillantes, mirando desde abajo a su amante.

-Y yo a ti, Kim Sunggyu.

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