Capítulo 18: Fuerza mental. Fuerza corpórea. Fuerza destructiva.

5.1K 436 495
                                    

18. Fuerza mental. Fuerza corpórea. Fuerza destructiva.


No te muevas —la advertencia de Tony iba directamente a ella—. Sólo estate quieta y te dejaremos ir tan pronto como terminemos. Te daré una paleta si gustas.

¿Paleta? Merecía un Moo-llennium Crunch* por todo lo que le estaban haciendo.

Recostada en una camilla, inmovilizada, sólo pudo obedecer sus mandatos, así que no se molestó en enumerar la lista de alimentos que Tony podía agregar a las compras semanales de suministros para la base. Anya bajó la mano, bufando. Sólo iba a rascarse la nariz. Tenía comezón desde que la amarraron y ninguno de ellos parecía querer atender su necesidad pica-pica.

—¿Le has sacado alguna prueba de sangre?

Vanessa tenía sus gafas científicas puestas, mirando directamente un tubo de ensayo cubierto por una rara sustancia. Traía su bata blanca, guantes de látex, una mascarilla y su cabello negro, corto y rizado, estaba atado en una coleta en lo bajo de su cabeza. O eso intentaba. Los rizos aún se desbordaban por sus costados y ella fracasaba en su intento de tirarlos tras su oreja. Era difícil creer que tuviera dieciocho años, parecía más joven. Sin la máscara sobre su rostro, obviamente.

—Sí —respondió Vanessa—, tuve que sedarla para hacerlo. No quería ver una aguja, así que permitió que la durmiera por un tiempo para sacar las muestras necesarias.

Tony le regaló una mirada de superioridad.

—¿Y por qué no la sedaste ahora?

Anya le sacó la lengua.

—Quería saber qué pasaba con ella durante la prueba.

—Así mantenerte vigilado. Si me tocas te haré comerte tu propia mano.

Ellos continuaron con su lenguaje alienígeno de núcleos y átomos y Anya no tuvo otra cosa que hacer que suspirar y contar hasta cien. En el momento en que Vanessa comenzó a explicar su pesadilla, dejó de roncar y se concentró en ella, agudizando su oído.

—Esta es una radiografía que tomé de todo su cuerpo. Lo volví un holograma para que lo viera mejor, señor Stark. Puede ver como de aquí... hasta aquí, todo va normal. ¿Le parece?

—Uh, sí. No veo nada fuera de lo común. Un cuerpo. Con grandes pechos.

Resopló desde la camilla.

—Aún no he activado sus poderes.

Se escuchó el pitido de una máquina y luego una luz extraña envolvió el cuadro. Anya torció la cabeza y vio su cuerpo, pero azul, envuelto en una cosa negra. Vanessa apagó el proyecto y le indicó a Tony que se acercara a la camilla. Allí tomó la cabeza de Anya y la señaló.

—¿Ve? —le preguntó Vanessa a Tony—. Su pesadilla proviene del centro de su mente. Ésta ataca los pulmones de quien la respire, sirve como un potente ácido. Más fuerte incluso que el ácido fluoroantimónico o que la tiocetona —Tony parecía atontado—. Lo peor viene después, no se sorprenda aún. Todo esto depende de cuánto tiempo se ha estado expuesto a su pesadilla. Su poder fácilmente podría podrir los órganos internos de alguien si ella lo quisiera, pero si no fuera así, Anya tan solo debe de mantenerlo fluyendo a través de un cuarto cerrado para que las cosas pasen. Es cuestión de tiempo.

—Descompensación —comentó Anya de repente, recordando lo que le comentaba List de su poder al prepotente de Strucker—. Descompenso los órganos de quien aspire el humo. Funciona como el humo que suelta un volcán, pero más bonito y divino.

WINTER ART • Bucky Barnes.Where stories live. Discover now