Capítulo seis.

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—¿Estás bien? —preguntó aquella voz que tan bien conocía.

Yo apreté la mandíbula y espeté—: Eres un idiota.

—¡Lo sé!, ¡Lo lamento mucho!, ¿Te he hecho daño? —preguntó, mirándome de arriba a abajo buscando algún signo de herida en mi cuerpo.

—No. —dije mirándolo con horror.

—¡Te juro que no ha sido mi intensión!, ¡Debí poner atención al camino! —dijo, frotándose la cara con una mano en un gesto contrariado.

—Si debiste —dije con la voz enronquecida. Me costaba mucho trabajo dejar de mirarlo, pero sabía que debía hacerlo. Él ni siquiera había reconocido mi voz.

El silencio incómodo se extendió entre nosotros y entonces, su vista se posó en los libros que llevaba cargando en las manos. Su ceño se frunció suavemente y su vista se dirigió a mis ojos.

—¿Literatura francesa? —preguntó. La confusión se filtraba en su mirada de forma extraña.

—S-Si —tartamudeé. —. ¿Te gusta?

Cerró los ojos y negó con la cabeza diciendo—: Mi ex novia solía leer mucha literatura francesa. Es todo.

Mi corazón se encogió dentro de mi pecho y me aclaré la garganta.

—Seguro era conocedora de la buena literatura, entonces. —dije, intentando sonar despreocupada.

Una sonrisa se filtró por los labios de Kellin y dijo —Soy Kellin. Kellin Quinn.

—Sé quién eres —espeté, de pronto enfurecida.

—¿Sabes quién soy? —dijo él, frunciendo el ceño.

—Eres Kellin Quinn, la nueva conquista de Lyndsey Gunnulfsen.— espeté con coraje. Se sentía tan mal decir aquello.

—Yo no soy la nueva conquista de nadie —dijo él, con irritación. —. No tengo que dar explicaciones a nadie, pero Lynn y yo no somos nada más que amigos.

Mi mirada encontró la suya y dije —Definitivamente no tenías porqué decir eso. No es que me importe demasiado.

—Lo sé. Sólo... —los ojos de Kellin se cerraron con fuerza. —, me molesta que la gente me llame de esa forma. Yo no estoy con ella y no estoy interesado. Hace poco terminé una relación y no estoy listo para otra.

Mi corazón dio un vuelco dentro de mi pecho y abrí mi boca para replicar, pero no tenía absolutamente nada que decir.

La mirada de Kellin se encontró con la mía y rió sin humor alguno.

—Lo lamento. ¿Soy patético, cierto?, estoy desahogándome con una completa desconocida. Es sólo que...

—Que necesitas sacarlo de tu sistema, porque si no lo haces, sientes que explotarás. —terminé por él. Lo sabía. Sabía lo que él sentía porque yo me sentía de la misma manera.

Los ojos de Kellin se encontraron con los míos y asintió. Yo bajé la mirada a los libros que llevaba y dije —A veces, las personas que menos pensamos son las que más nos conocen, Kellin. Estoy segura de que sabrás resolver cualquier problema que se te ponga en el camino. Eres la clase de persona que no se deja vencer.

—¿Cómo puedes saberlo?, ¿Cómo puedes saber que soy la clase de persona que no se deja vencer? —preguntó, casi en un susurro.

Mis ojos se alzaron y encontraron los suyos. —Porque no hace falta ser adivino para notar cuando una persona es luchadora. Yo sé que tú lo eres.

La mirada de Kellin se suavizó por un momento y entonces, dijo—: ¿Crees que deba llamarle?, ¿Crees que deba ir a su casa si no responde?...

Fruncí mi ceño un segundo, sin comprender a qué se refería.

—¿A quién? —dije, confundida.

—A mi ex novia, ¿Crees que debo llamarle? —inquirió con angustia en la mirada

—Creo que debes seguir tus instintos —dije, sintiendo un nudo en mi garganta y la felicidad filtrándose en mi cuerpo.

La mirada de Kellin se posó en los libros nuevamente y dijo—: ¿La princesa de Clèves?

Yo miré el título. Era uno de mis libros de literatura francesa favoritos. Lo había leído una y otra vez y ahora iba a hacer un trabajo sobre esa obra en particular.

—Es una historia de amor trágico. Me gusta porque es real, habla de cómo el amor nace cuando menos te lo esperas y de quien menos te lo esperas. Y de cómo, así como llega, puede desaparecer. De las formas en las que el amor no es suficiente en algunas ocasiones y... Bueno, no lo entendí hasta hace muy poco. Creía que era un libro cruel y horriblemente triste; ahora he entendido lo que la autora deseaba expresar. Lo comprendo... —dije. Las palabras burbujeaban de mis labios sin que pudiera detenerlas cuando hablaba de algo que me gustaba tanto como leer.

—¿Ya lo terminaste? —preguntó y yo levanté la mirada para encararlo.

—Lo he leído seis veces en los últimos tres meses. —dije porque era cierto.

—¿Sería mucho mi atrevimiento si te lo pido prestado? —dijo él, mirándome con timidez.

Mi corazón latió desbocado una vez más, pero tomo el libro entre mis dedos y lo extiendo hacia él.
Kellin acortó la distancia que nos separaba y lo tomó entre sus dedos.

—Gracias. ¿Cómo te llamas?, así podré saber a quién entregarle esto cuando lo termine. —dijo, mirando la vieja portada del libro.

Mordí mi labio inferior y no supe que responderle. No quería decirle mi nombre. No quería que supiera quién era yo. No estaba lista para enfrentarme a eso aún.

—Me llamo Elys. —dije, guiñándole un ojo antes de salir corriendo por el estacionamiento.

Cuando Kellin comenzara a leer el libro, se daría cuenta de que Elys no es otra más que uno de los principales del libro que acabo de prestarle. Elys, la persona más cercana a la princesa de Clèves. No estaba lista aún para que supiera quién era, sin embargo, aquel acercamiento había sido bastante significativo para mí. 

Though You Can See Me (Kellin Quinn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora