Jack el destripador.

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Sentía una extraña sensación de libertad, su vida ya no dependía de un amor no correspondido, y una vana ilusión, su vida ahora estaba enfocada en encontrar a Jack, y acabar con él sin importar las consecuencias; añoraba tenerlo en sus manos, y sacarle las tripas, justo como lo hacía Jack el destripador en 1888. Lo admiraba tanto, admiraba su habilidad, su inteligencia, y los magníficos cortes de garganta que dejaba en sus víctimas, todas mujeres.

Charlie se estaba saliendo de control, y estaba consciente de ello, una chispa de dolor se asomaba en su alma, se dirigió a su casa, se recostó en su cama, junto a él estaban todos los dibujos que hizo de Jésica,  y todas las cartas que escribió y que aun no le entregaba; mientras las leía recordaba lo hermoso de su sonrisa, en ese momento Charlie estaba llorando melancólico, pero lo extraño es que hace unas horas estaba pensando en su próxima víctima. 

Procedió a escribir una carta: 


Señor inspector: 

Lamento informarle que no podré asistir a mi juicio, y que me iré de la ciudad. 

¿Recuerda que prometí contarle sobre Jésica? Bien, pues ya no es más que recuerdos... Recuerdos que atesoraré en mi memoria por siempre, porque esa chica cambió mi vida, ella me aventó a esto, su rechazo fue pieza clave para crear tanto sufrimiento en mi alma.

Soy inocente.Where stories live. Discover now