Doctor Urgiles.

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Olía a plantas, con algo de dentista, la consulta del Doctor Urgiles estaba algo extraña, se sentía como si algo fuese a pasar. A través de uno de los grandes ventanales de la salita, se veía perfectamente como un camión lavaba la fuente de la Plaza central de la comuna.

Se abrió la puerta. Entró una muchacha, de veintitantos, con un niño; Su hijo. La joven, ojos grandes, mediana, delgada, tez blanca, nariz interesante, cara circular, ojos negros, media sonrisa constante.. Instantáneamente, la mirada de el joven de la primera fila de asientos se desvió, desde la televisión, hacia ella. Su cara cambió, sus ojos se abrieron, impresionados. Su latido comenzó más rápido, se le notaba en su postura, que cambió rotundamente, igual que todo lo demás de su persona, se notaba.

El hijo de Vanessa, la muchacha, comenzó a jugar con la puerta, la cual rechinaba a cada movimiento de esta. Un sonido tan molesto que se notó la molestia de todos los presentes; Menos en él, el joven que no parpadeaba sólo para no dejar de mirarla.

-¿Número de ficha?- Preguntó la secretaria
No lo sé.- Respondió Vanessa sin ganas.
-¿Nombre de la o el paciente?
-Vanessa Torres.
-Ponga el dedo en el sensor, de nuevo por favor. Ok, son $6430 pesos. ¿Cómo cancela?.- Vanessa sacó de su billetera una tarjeta y la alzó al aire, mostrándosela a la señora tras el mostrador.- Deslice, verde, clave y verde.- Una maquinita al lado de la computadora comenzó a imprimir un recibo/boleta/comprobante el cual la secretaria archivo junto con la ficha de Vanessa
-¿Listo?- Inquirió la muchacha.
-Sí, tome asiento el Doctor la llamará.

Cuando se estaba sentando lo vio, ojos pequeños, alto, una barba de tres días, cara angular, ojos castaños, expresión seria. La cara de ella cambió, de igual forma que la de él al verse. Quizá ellos se conocían de alguna noche loca. Pero no, sus miradas eran curiosas, como si fuesen simples desconocidos esperando conocerse. Jugaban con sus ojos, desviaban cuando el otro miraba, y así sucesivamente. Dieron las 17:00, y se abrió una puerta de la misma se asomaba un caballero, bajito y regordete con un delantal blanco, el Doctor Urgiles.

-Buenas tardes, pase. Tome asiento, Alonzo Córdoba, ¿verdad?
-Sí doctor.

Tras el escritorio de ese doctor diminuto y rechoncho, había una pintura un tanto tétrica. La última vez que estuvo allí se dio cuenta que el mismo Doctor la había hecho, llevaba su firma en la parte inferior derecha.

-¿Por qué viene?
-No me he sentido bien estos días.
-¿Qué siente, que malestar tiene?
-Dolor de garganta y cabeza.
-Por lo que veo en el expediente y por lo que recuerdo, usted vino hace un par de meses con los mismos síntomas.
-Sí pues... estoy igual, me siento igual.
-Pase a la camilla, y descúbrase la espalda. 

Alonzo se dirigió a aquella camilla endeble que estaba al final de la habitación, subió dos escalones y se sentó, siguiendo las instrucciones del Doctor. A penas se descubrió la espalda, un frio estetoscopio se le posó en la parte superior de la espalda.

-Respira hondo por favor... exhala.

Movió el aparato y repitió lo mismo tres veces más. Le revisó la garganta y los oídos; al terminar el doctor se dirigió a su escritorio y con la mirada le hizo entender a Alonzo que podía cubrirse y volver a sentarse frente a él.

El doctor comenzó a "garabatear" con la típica letra ilegible de típico doctor.

-Vaya a la farmacia y compre esto. Dígale a la secretaría que le haga una hora para la próxima semana, para chequear cómo va, tiene una infección que con los medicamentos debería estar bien en 10 días.
-Está bien doctor, ¿Esto sirve como comprobante de licencia para el trabajo?

El doctor asintió y se despidieron. Alonzo salió de esa oficina verde musgo y la vio nuevamente. Distraída. Sintió el portazo y alzo la vista, nuevamente miradas curiosas. 

-Vanessa Torres, adelante.- Se había asomado el doctor.

Alonzo se dirigió al mesón de atención para reservar la hora que el doctor le había dicho, mientras que Vanessa cruzaba la habitación

Era su turno, entró a la oficina color musgo.

-Buenas tardes Vanessa, pasa pasa. ¿Qué te trae por acá?
-He estado algo enferma.- El doctor la miró interrogante, esperando más información.-Creo que es por la primavera, he estado con muchos mocos, tos y ojos irritados.
-Lo más probable es que así sea, todos los años es igual contigo, como tu dijiste, alergias de primavera. Aún así hagamos una revisión para descartar otros factores.

Al terminar la revisión, pensativo, comenzó a garabatear en la hojita color rosa y dijo, 

-Toma esto, es lo mismo de siempre aunque un poco más fuerte, debido a que ahora hay algo diferente, tienes una infección también, nada grave ni de que preocuparte, aún así cualquier cosa vienes o llamas para consultar.
-Está bien doctor, muchas gracias, nos vemos.- Dijo muy entusiasta, demasiado para una despedida. Vanessa ya quería irse, no soportaba estar fuera de casa en esa época del año.

Vanessa salió del establecimiento agarrando a su hijo por la mano. Alonzo, quien seguía en el mesón esperando a la secretaría para poder concretar, salió 04:37 minutos después que ella y se dirigió a la parada del bus. Tomo la locomoción, por alguna extraña razón en la primera parte del bus, sólo habían mujeres, por lo que decidió seguir para atrás llegó a una parte mixta y se detuvo. Alzo la cabeza, se giró y Vanessa estaba sentada frente a él con el pequeño niño en sus piernas.

Ambos, en todo el camino, exceptuando ciertos momentos en donde cruzaban miradas accidentalmente, tuvieron un increíble interés por las paredes y suelo del bus. 

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