-Capítulo 8.-

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Una vez que llegaron a la casa de sus abuelos, Camila con suerte los saludó por pura educación.
Era notable su enojo y no quería que nadie la molestara. Ni siquiera se dignaba en contestar lo que hablaban, solo se hacía la sorda. Tanto era su enojo que le quitó la mayor parte de su apetito, cosa muy rara ya que ella comía todo lo que veía, literalmente hablando. Todos reían y charlaban entre ellos. Mientras Camila solo miraba fijamente el reloj que había en la sala. Sólo 20 minutos para que fueran las 6 de la tarde. Era la hora en la que Lauren salía de trabajar. No podía irse caminando desde ahí pues la casa de sus abuelos se encontraba en las afueras de la ciudad. Sólo había una cosa que podía hacer.

-Mamá. –llamó a Sinuhe tomándola del brazo.
Su madre dejó de reír y de prestar atención a la conversación que tenía para enfocarse en su hija. Hace mucho no la llamaba así, lo cual la sorprendió. Sólo lo hacía para cuando tenía algo importante que decir.

-Por favor. –Suplicó la morena. En sus ojos se notaba la angustia de no llegar a tiempo, todo dependería de su madre. Sinuhe la miró y notó su desesperación, volteó a ver el reloj, era muy probable que no llegaran a tiempo, pero lo intentaría.

-Bueno, ha sido un magnífico almuerzo, como siempre. –dijo Sinu, su apuro era notable pues hablaba y se ponía de pie buscando su bolso. –Espero que disfruten su viaje y cuando regresen estaré ansiosa de escuchar sus bonitas experiencias. –decía mientras tomaba esta vez su abrigo y le daba a Alejandro el suyo.

-Oh ¿Ya se van tan rápido? –dijo su suegra. -¿No les gustaría quedarse un rato más?

-Realmente nos encantaría, pero recordé que tengo que pasar a hacer unas cosas a un lugar y está a punto de cerrar. Es demasiado importante llegar. –eso último lo dijo mientras miraba a Camila. Ella la miraba sin ninguna expresión en su rostro, pero en su interior estaba realmente agradecida por lo que estaba haciendo.

Se despidieron lo más rápido que pudieron y luego se fueron al auto, Camila sabía que era poco el tiempo que tenían. Los nervios se apoderaron de ella y comenzó a jugar con sus dedos mientras miraba por la ventana, realmente no quería ni ver su reloj. Sinu solo la observaba desde el retrovisor.

Su padre se estacionó. Apenas el auto dejó de estar en marcha, Camil abrió su puerta y se echó a correr.

-¡Camila! –gritó asustado su padre, pero Sinu lo calmó.

-déjala, ella sabe lo que hace.

Camila ni se había dado cuenta de lo que había hecho, fue un impulso nada más el que tuvo. Pero sabía que tenía que llegar, corrió con todas sus fuerzas a través del estacionamiento. Entró al edificio hasta dar con el local.

¡Estaba abierto! ¡Lo había logrado! Joder, lo había logrado. Su pecho le dolía su boca se encontraba realmente seca. Sus pulmones le exigían a gritos aire. Nunca se había dignado en correr de esa manera, ni cuando era una persona común y corriente, era la primera vez y demonios que se sentía bien sabiendo la causa de eso. Su respiración estaba por demás agitada, su pecho subía y bajaba con rapidez. Pero eso fue lo de menos, dejó de lado su cansancio y entró al local.

Lauren se encontraba libre. Era obvio, solo unos minutos más y el lugar cerraría. La pelinegra la vio acercarse a ella y sonrió enormemente.

-Pensé que no vendrías. –Dijo la pelinegra mordiendo levemente su labio inferior.

Camila mientras trataba de regular su respiración. Su rostro se notaba sonrojado por el calor que sentía gracias a la tremenda corrida que dio. Su cabello un tanto despeinado.

Una vez que la camisa de ese día fuera cobrado, no había nada más que hacer.

-Perfecto ¡La última venta del día! –dijo estirando sus brazos. -¿Podrías esperarme un momento? No me tardo.

-Who Are You?- Camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora