Capítulo 23.

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No tenía idea del por qué me encontraba tan segura de que no era un demonio el ser que estaba rondando por el pueblo, escabulléndose en las fiestas para matar de forma brutal a un muchacho que posiblemente no tendría ni veinte años. No, un noventa y nueve por ciento de mi cerebro afirmaba que era una bruja oscura, como la reina Alaysa se había referido a esos entes desertores. Ella me había explicado vagamente -pues por alguna razón, las brujas auténticas siempre mantienen silencio cuando se le hacen preguntas- que las brujas o brujos oscuros elegían vivir solos para poder practicar su magia, consistente en necromancia, la magia más negra que puede existir. La necromancia era una rama de la magia que ni a la misma reina de las brujas le gusta hablar del tema, aunque supiera todo acerca de ella. 

Durante la semana siguiente a la primera reunión de Sonia en el aquelarre de las brujas del sur, durante el poco tiempo libre que me quedaba entre las diversas reuniones de trabajo, me dispuse a investigar un poco en la pequeñísima biblioteca del pueblo de temas esotéricos referentes a la magia negra, y sin ninguna dificultad hallé el término 'necromancia' en un texto bastante pequeño llamado 'Magia Milenaria: Raíces' que la diminuta bibliotecaria me mostró encantada. Quizás a ella también le gustara ese tema, aunque no por las razones obvias por las que yo las buscaba.

Quería estar enterada del tema. El ser una total ignorante del mundo tan mágico en el que ya de por si me hallaba metida hasta las rodillas me hacía sentir miserable, así que lo mínimo que podía hacer era una pequeña investigación. Descubrí que la necromancia, en efecto, era una rama de la magia oscura, de la que pocos conocedores de las ciencias ocultas les gusta inmiscuírse. Se trata, básicamente, de usar magia a través de cadáveres humanos. Según el texto, los nigromantes -como se les llama a los practicantes de esta magia- son capaces de controlar el espíritu del cadáver que tengan en su poder, para así arruinarle la vida a sus enemigos, enfermarlos, enloquecerlos... En fin, era algo maligno.

Desde que había leído sobre el tema, no discutí con nadie lo que opinaba hasta el último jueves de octubre, cuando un vampiro atractivo llamado Cristóbal Bolívar me confesó que sospechaba saber quien había asesinado a Gabriel, el joven redactor, quien nunca llegó a ejercer su labor.

Me costaba admitirlo, pero el saber algo que un ser sobrenatural como Cristóbal ignoraba me elevaba el ego de maneras estratosféricas. No pude evitar esbozar una pequeña sonrisa de satisfacción cuando Cristóbal frunció el ceño, en señal de duda.

-¿Cómo puedes estar tan segura de eso?- preguntó Cristóbal, reclinandose aún más en el fino asiento color piel de mi oficina. Su cara pálida estaba desconcertada, todos sus gestos indicaban sorpresa y confusión.

-La verdad es que no lo se.- admití- Sólo estoy segura. Hace dos semanas hice una pequeña investigación acerca de la brujería, y me eneteré de algunas cosas que me hacen creer que fue un brujo o una bruja oscuro los que asesinaron a Gabriel.-

-¿Investigación sobre brujería? ¿Por qué te interesó el tema tan de repente?- preguntó, con un tono de curiosidad latente.

Por nada del mundo le iba a decir que la misma noche en la que estuvimos charlando -y más- en la pequeña plaza de San Antonio, una iniciación de brujas se llevaba a cabo en la casa blanca alejada de todo el pueblo. El no debía saber que una mujer de dos metros de altura me había hecho desnudar con el poder de su mirada. Quién sabe que haría, porque, después de todo, Cristóbal estaba haciendo el trabajo que él mismo se había prometido: me estaba protegiendo.

No es que yo lo viera directamente haciendolo, pero lo notaba. Que durante dos semanas no hubiese ocurrido nada referente a lo que la presencia de Ariel se refiriera, sabía que era por él. Se había encargado de mantener a raya la intrusión a la fuerza del vampiro que quería beber de mi sangre con desesperación y locura. Cristóbal Bolívar parecía ser de esos hombres que siempre prometía lo que cumplía.

Sol Durmiente.Where stories live. Discover now