–Cariño... ¡Oye, despierta! –sentí un dolor y un molesto ruido en mi lado izquierdo de la cabeza y solté un gruñido. Era sábado, por el amor de dios, deberían dejarme dormir– Debes ver esto.
Me removi entre las sábanas y abrí los ojos con pereza. Lo primero que pude ver fue a mi hermano con una sonrisa burlona en el rostro, olía a alcohol.
–¿Sam? Jodido idiota, vete de mi cuarto... apestas a alcohol –apoye fuertemente mi mano sobre su rostro, haciendo que el retroceda y apoye un pie sobre el suelo.
–Cállate, chillona. Ven, es urgente... –agarro el borde de mi almohada y la retiro de mis brazos haciendo que mi rostro pegara bruscamente en el colchón. Bufé y rodé los ojos mientras me apoyaba en un brazo. Veía como Sam me miraba con cara de "No-seas-cruel" y rodee los ojos por segunda vez.
–¿Que diablos quieres? Son las... ¿¡Cuatro de la mañana!? –hablaba con cansancio aún sin sacar la mirada de enojo del reloj y gruñi otra vez.
–¡Cállate, mocosa! –susurro exigente, menudo idiota– sólo... no hagas ruido y acompañame, estoy en un pequeño lío.
–¿Que has hecho? Oye, si orinaste otra vez en las flores de mamá no te cubriré está vez... –bostece y refregue mis ojos. Me senté en el borde de mi cama y me puse mis pantuflas con pereza. Me levanté y agarre mi saco gris de lana, me lo coloque y seguí los pasos de Sam.
–Creo que es peor... –el me hecho una mirada traviesa y preocupada a la vez. Sonríe.
Bajamos por las escaleras en silencio. Toda la casa estaba a oscuras y Sam alumbraba con su celular. Llegamos a la cocina y salimos por la puerta trasera que daba al patio trasero.
Al salir allí, la luz de la piscina estaba prendida, haciendo que el lugar se vea calidamente alumbrado.
Lo primero que vi fui un cuerpo tirado en el suelo. Quede estática en mi lugar y abrí la boca para gritar del horror. Pero antes de eso Sam habló.
–¡No grites, no lo hagas! No está muerto, Bárbara –lo miré con espanto y aún así, retrocedí un paso.
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Primer capítulo, genial.
