EL ULTIMO BAILE

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EL ULTIMO BAILE

Año 2018

Alexander:

Me senté en la cama después de dos horas completas de Mia. Uno definitivamente no sabe lo que tiene hasta que lo vuelve a tener. Es la sensación del "ahora si lo estoy haciendo bien" cuando en realidad ahora estás haciendo lo que es correcto para ti.

Me estire, viendo que mi teléfono tenía una llamada perdida de William, aquel viejo amigo ingles aspirante a político. El muy cabron se había casado tan joven, era absurdo querer decidir el resto de tu vida tan temprano.

Lo conocí en un loco viaje de ellos a Santorini, Lui, Blake y William eran buenas personas, los que conservaba como amigos. Cada uno con una historia diferente pero igual de intensa.

—¿A dónde vas? —Mia jalo de mí para regresarme a la cama. Me di la vuelta para darle un beso en los labios, esos labios suaves y húmedos.

—Lo siento, amor, quede con William de ir a cenar. De verdad quiero que los conozcas.

—¿Pero tiene que ser ahorita? —Mia volvió a cerrar los ojos estirándose como gato en toda la cama. Era gracioso de ver como se estiraba de ese modo.

—¿Te está matando el cambio de horario verdad? —regrese a la cama abrazándola de vuelta.

—No tengo cambio de —la vi bostezar —... nada.

Le sonreí viendo cómo se acomodaba en mi pecho cerrando los ojos. No podía obligarla cuando se veía de ese modo. Entendía lo difícil que era viajar por dos días y cambiar de un horario con diferencia de ocho horas.

—Dúreme, Mia. Yo iré con los Hamilton y luego vengo para dormir contigo ¿Está bien?

Mia deslizo su mano bajo la almohada y luego se acomodó de nuevo en la cama. No iba a negarle dormir a pesar que quería que conociera a mis amigos. Ya tendría más tiempo para hacerlo, ellos se quedarían una semana, por lo que el tiempo sobra. Por primera vez en la maldita vida, el tiempo nos sobra.

Me di un baño rápido, me coloqué unos pantalones cortos, una camisa azul marino y salí al calor de media tarde. Eran pasadas las cuatro cuando estaba entrando a Lotza. William y su esposa estaban sentados en una mesa de la esquina izquierda, la vista frente a ellos debía de ser muy satisfactoria. Era una de las mesas que siempre escogía William por la vista, ahí lo vi preocuparse de sobremanera porque la chica no le contestaba.

—¡William! —grité agitando la mano.

—¡Ahí estas! —se puso de pie dándome unas palmadas en la espalda al tiempo que lo abrazaba —. Es bueno verte de nuevo.

—Totalmente de acuerdo, ya era hora que vinieras a verme. Tú debes de ser Abigail, un placer —Le di dos besos, uno en cada mejilla.

—Así es, un placer. Escuche muchísimo de ti.

—No más de lo que yo escuche de ti. Debiste de verlo, sufrió como idiota.

Abbi le lanzó una mirada a William bastante dura, puso los ojos en blanco y agrego.

—Will tiene problemas psicológicos extremos, pero estamos trabajando en ser normales por una vez en la vida. Por cierto, gracias por el peluche de burro que mandaste.

Solté una carcajada recordando lo cagado que estaba William por todo el asunto del bebe. Me di la vuelta poniéndome de pie para ofrecer algo de tomar a los Hamilton.

LA PROMESA QUE NUNCA HICIMOS ©Where stories live. Discover now