Capítulo 14: Amistades.

2.8K 164 60
                                    

Videl

  El lunes en la escuela apenas podía mantenerme en pie. Mama y papa habían llamado ayer a última hora para avisar que se retrasarían otro par de días; al parecer, la abuela se había enfermado y no querían dejarla sola. En ese momento los chicos aún seguían en casa y habían podido oír todo el intercambio, por lo que Deacon los animo a que se quedaran a cenar, sin consultármelo, y pude irme a la cama recién a eso de las dos, para descansar un poco antes de levantarme temprano a limpiar el desorden. Tampoco había querido cruzarme con él por la mañana, así que llame a Emma para que me diera un aventón.

  La cosa era que aún nos quedaban dos horas de clases y sentía que iba a caerme sobre mi tazón de sopa en cualquier momento. No podía mantenerme enfocada en nada por más de dos minutos, y Mary había estado farfullando sin parar desde que entramos a la cafetería, tenía un nuevo brazalete con dijes que se entrechocaban entre si cada vez que movía la mano causando un tintineo molesto. Ahora estaba hablando de Kate.

—Mi hermano dice que la vio este sábado en su fiesta de fraternidad, a ella y a otras porristas.

  Miley abrió los ojos bien grande.

—Creía que debías ser mayor de edad para entrar a esas fiestas.

—O deben invitarte —explico Emma con una mueca, como si no le apeteciera mucho intervenir—, y estoy segura de que Kate debe haber hecho algunos amigos universitarios.

  Mary se animó y su muñeca volvió a sonar.

—Sí, totalmente. Las porristas la adoran por eso, soy compañera de Sarah en el laboratorio.

  Volví a desenfocarme, no me gustaba oírlas hablar así de Kate, como si estuvieran hablando de una desconocida. A un par de mesas de distancia, Deacon no se veía mucho mejor que yo. Tenía la cabeza inclinada sobre su plato, pero solo se dedicaba a hurgar en su sopa, sin ingerir nada.

  Hubo un tiempo en que la simple vista de él bastaría para aligerar mi mañana. Ahora solo me provocaba dolor, más aún cuando se encontraba igual de desanimado. Y lo más doloroso era que aunque quisiera, no podría siquiera acercármele, o intentar hablarle para reconfortarlo; cualquier conversación trivial entre nosotros se sentía demasiado intima, casi incorrecta.

  Cuando la última campana nos despidió, suspire, pensando que al fin podría llegar a casa a descansar el resto de la tarde. Mi felicidad se esfumo en el momento en que vi a Rachel esperando junto a mi casillero. Ralentice mis pasos e hice mi mayor esfuerzo en tratar de igualar su sonrisa.

—Rachel —dije, enfocándome en guardar mis libros.

—Entonces, podemos estar de acuerdo en que la comida de la escuela es un asco ¿no? Genial, porque había pensado que podíamos quedarnos a almorzar en algún lugar —dijo, sin esperar a que contestara— ¿Qué te parece? No tengo otra cosa que hacer.

  La mire de soslayo. Estaba recostada sobre los casilleros en una postura relajada pero, aun con el uniforme puesto, seguía luciendo como si perteneciera a la portada de una revista de modas. Por supuesto que solo pasaría el tiempo conmigo cuando no tuviera nada mejor que hacer. Era hermosa, cualquiera querría salir con ella, o encerrarse siete minutos en un armario. Sacudí la cabeza.

—Lo siento, Emma ya dijo que me acercaría a casa —Le sonreí, y entonces pensé que tal vez debería intentar parecer apenada.

  Un chico, a quien no había visto en ninguna de mis clases, se acercó a nosotros en ese momento, dándome algo de tiempo para organizar mis ideas; lo primero que note fueron sus gafas cuadradas, que eran igual de anticuadas como adorables, después me fije en lo que llevaba en las manos. Se aclaró la garganta, incomodo.

FOR LIFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora