Epílogo.

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Era uno de los ángeles más jóvenes de la Ciudad de las Nubes, ya había recibido su armadura pero su líder aún no le consideraba apto para desempeñar su papel como Guerrero, pues había algo en este peculiar ángel de ojos negros, que siempre le ponía en aprietos frente a los demás cuando cuestionaba sus órdenes. Y no podía permitir que le restara autoridad de esa manera. En repetidas ocasiones le había castigado por sus blasfemias y por su demasiado interés en la Tierra. Incluso, los demás ángeles pertenecientes a su casa le llamaban «Demonio» y aseguraban que era cuestión de tiempo para que se condenara. Y en esta ocasión su castigo consistía en quedarse sin participar en la misión que se le había encomendado a su Casa.

Jean era el único ángel De la Luz que entablaba plática con aquel ángel de los ojos negros, quien ese día, estaba sentado al borde de la muralla y miraba hacia abajo.

—Te reto a un duelo, Roy —apuntándole con su espada.

—No quiero pelear contigo, Jean. Además, prefiero usar la inteligencia antes que la espada.

El ángel De la Luz enfundó su espada de nuevo y se sentó a su lado—. Pero somos Guerreros, debemos entrenar.

—¿Para qué? ¿Para enfrentar a quien intente quitarle el liderazgo a tu padre? —dijo el otro y apartó por unos instantes su vista de la Tierra.

—No hables así Roy, esa boca tuya va a meterte en problemas otra vez, alguien de tu Casa podría escuchar.

—Ellos no están, bajaron a la Tierra. Salvarán humanos para mantener el equilibrio —ambas manos de Mustang le indicaron que la última palabra dicha iba entre comillas.

—¿Por qué cuestionas las decisiones de tu líder? El equilibrio es importante...

—...el equilibrio no existe, Jean —suspirando derrotado—, al menos no de la forma en la que nos quieren hacer creer aquí... Imagina que en una maceta una planta crece frondosa y hermosa porque tiene agua, tierra, aire y luz; pero un buen día un insecto aparece y se alimenta de sus hojas, son tan deliciosas que pronto otros vienen a probarlas también. Llega el momento en el que notas que la planta se está quedando sin hojas porque los insectos la han invadido, ¿qué es lo que harías? ¿Dejarías que se coman el tallo, incluso las raíces? ¿La dejarías morir?

—Creo que entiendo tu punto Roy, pero no podemos deshacernos de los humanos.

—No de todos, pero sí de una parte.

Jean negó con la cabeza mostrando desaprobación.

—¿Tienes idea de cuánto contamina un humano? ¿De cuántos ecosistemas altera? ¿De cuántas especies mueren por su negligencia?

—Te cuestionas muchas cosas, yo nunca he pensado en eso.

—Ese es precisamente el problema, Jean. Nadie en este lugar está pensando. Y toda forma de vida en la Tierra pronto morirá si no hago algo al respecto —enojado, el ángel rebelde se retiró.

Ese día Roy Mustang le había revelado sus planes, ese día Jean empezó a temerle por su falta de comprensión. No pasó mucho tiempo para que aquel ángel de los ojos negros cayera por decisión propia y que poco después se convirtiera en un poderoso Elemento.

Y mientras volaba y miraba la devastación que su viejo amigo había provocado, al fin lo entendió. En efecto, los años pasaron, la falta de conciencia en los humanos trajo consigo: armas de destrucción masiva, sobre explotación de la naturaleza, contaminación, concentración de gases de efecto invernadero y el calentamiento global.

Muchas especies se extinguieron por la acción del hombre, Jean pensó entonces, que hasta cierto punto era justo que la humanidad casi se extinguiera también. Y si el ser humano había aprendido la lección, empezaría por forjarse un nuevo futuro, con una nueva conciencia, que incluyera amor y respeto por la naturaleza.

Ángel de LuciferWhere stories live. Discover now