Despertar y vivir

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Un desgarrador grito despertó a Ernest.

Agitado y con un dolor terrible no solo en el cuerpo sino en la garganta, se dio cuenta que estaba nuevamente en su habitación. Se dio cuenta de que el grito había sido suyo. Traspirando y con los ojos cargados de lágrimas notó que estaba llorando desconsoladamente. El frío que sentía lo hacía temblar sin control aunque él sabía que era una mezcla de terror y desolación.

Ernest se sentó al filo de la cama y puso sus manos a ambos lados de su cabeza, apoyó los codos en sus rodillas e intentó respirar varias veces a fin de calmarse, pero por alguna razón no podía.

« ¿Todo había sido verdad o era un sueño?» Se preguntaba una y otra vez.

Observó asustado que una de sus manos estaba sucia.

Cerró los ojos por un momento, realmente no importaba si fuera verdad o mentira todo lo que pasó en esas tres noches ya que Ernest había jurado y decidido que iba a cambiar su vida. La mejoraría y no solo eso, sino también las de todos los que de una u otra forma estaban vinculadas con él; sin embargo, temía que la muerte regresara para cobrar con su alma todo lo malo que había hecho en la vida.

Temió que eso sucediera, él quería solucionar todo lo malo que había hecho, necesitaba una oportunidad, una que no desperdiciaría y se encargaría de llevar felicidad a todos los que se cruzaran en su camino. Eso ya estaba decidido. Solo necesitaba convencer al ángel de la muerte de ello cuando llegara para él.

A pesar de que sentía miedo y miró hacia el reloj. El reloj daba las 11.40 de la noche y decía que era 24 de diciembre. Asombrado de no haber recordado que su reloj marcaba también la fecha, sonrió y la agitación que sintió en su pecho lo hizo sentirse vivo. La esperanza y dicha que sintió por primera vez en su vida lo animó con mayor ahínco a ser mejor persona.

— ¡Todo había pasado realmente en una sola noche! Oh benditos espectro que me dan la oportunidad de resarcirme ¡gracias! ¡Muchas gracias! No los defraudaré ¡se los juro queridos espectros, no los defraudaré! —habló Ernest como si hubiera perdido la razón mientras sonreía y repetía sin cesar "gracias" con las manos juntas en su pecho y temblaba de felicidad.

Se levantó rápido de la cama, corrió al teléfono celular que guardaba en su abrigo y llamó a la tienda de catering que tenía en la agenda.

—Buenas noches. Soy el señor Ernest Stroud —dijo a quien le había contestado con voz animada—, deseo que lleven la cena más fabulosa que hayan hecho al señor Robert Caulfield —calló un momento mientras escuchaba lo que le argumentaba quien le respondió—. No, no me puede engañar. Sé muy bien sobre sus cenas de primera que siempre tienen listas para clientes inoportunos como yo que desea todo a última hora. Les pagaré el doble si llevan todo de inmediato, personalmente les cancelaré la factura el día de mañana cuando me acerque a sus oficinas —hizo otra pausa escuchando los datos y sonrió satisfecho por la lista que conformaba la cena—. Sí, está perfecto. Espero que esa cena de Navidad sea llevada, repito, lo más pronto posible. Está demás decir que no deseo que se sepa mi nombre en la nota de envío —hizo otra pequeña pausa y añadió—. Excelente, lleve todo a esta dirección —Ernest dictó las indicaciones de cómo llegar a la casa de la madre de Rob, la cual sabía de memoria.

Desde que Rob entró a trabajar en su oficina supo que debía saber de memoria los datos de la persona que se tendría que contactar en caso de emergencia; aun así, no averiguó más, no preguntó nunca su estado civil o si tenía familia, solo verificó sus referencias y nada más. Ahora sabía que tenía un hijo y aunque no sabía si existía una señora Caulfield, se juró a sí mismo que haría todo para él y su familia.

Canción de NochebuenaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt