Capítulo VI

411 14 81
                                    



BISTRO CHAT NOIR

22 E 66th St # 1

New York, NY

25 octubre 2010

21:23 hrs.


He esperado por más de veinte minutos y no aparece, no sé qué esperar ni a lo que me enfrento. No responde mis llamadas, no contesta los mensajes que le envío y no puedo dejar de pensar que esto no puede significar más que una sola cosa.

No quisiera adelantarme ni especular al respecto pero me parece inevitable, desde hace días no aparece por casa, desde aquél viaje misterioso lo que le ha seguido es el silencio y la expectación. Si ya decidió que esto se fue a la mierda, por qué no decirlo.

Una nota con el portero no me parece la forma más adulta de terminar un matrimonio de tantos años. Tenemos hijos por el amor de Dios, asuntos legales por resolver y además, por qué no me da la oportunidad de hablar, de que podamos resolver lo que sea que esté sucediendo, porque para colmo de males, no tengo ni la menor puta idea de lo que pasa.

En otras ocasiones estaría claro como el agua el motivo o los motivos por los cuales quiera acabar con todo, pero ahora no puedo verlo, no sé qué diablos sucede.

Comienzo a pensar que no vendrá, que de alguna manera pretende castigarme y que pague algo de lo mucho que seguramente le he hecho. Aunque me parezca infantil que su medio de venganza sea un plantón en nuestro restaurante favorito.

Ordena el tercer whisky y la cuenta, ese mi pie para entrar a escena. Esperaba que después del tercer trago el alcohol ablandara las cosas. En condiciones normales eso lo pone emotivo o eufórico, ahora hace mucho que desconozco lo que haga un par de tragos corriendo por su torrente sanguíneo. Estoy segura que no ha probado alimento en horas, en el mejor de los casos traerá un suministro de alcohol de reserva en el estómago y no más.

Me aproximo por su espalda y sé que no esperará más. Interceptado al mesero y le pido una bebida igual para acompañar este trago que sé será amargo para ambos. Rodeo la mesa y me siento frente a él, como siempre hace el amago de levantarse para ayudarme a retirar la silla y se lo impido con un pequeño gesto de mi mano, nos podemos saltar las formalidades y falsas caballerosidades, en este momento salen sobrando.

Sé que no me reclamará la espera, después de todo he sido yo la que más ha soportado infinidad de tiempos que no llegaron nunca. No puedo evitar rememorar aquél hermoso rostro del que me enamoré, esos labios perfectamente definidos y la mandíbula masculina que me enloquecía con una barba de dos días de descuido. Ya no está, todo eso que en un principio me enloqueció ha desaparecido por completo para dar paso a la sombra de hombre que es ahora. Es casi insoportable verle la mirada decaída, profundamente triste y llena de angustia.

Por un lado me sé responsable de parte de esa sensación, pero por la otra, ahora sé con certeza que es una ínfima parte de los motivos que lo han traído hasta aquí. Me queda claro que hoy el alcohol lo ha tirado a un estado de mayor depresión que de euforia, no era mi intención, pero hace muchos años que cualquier intención de mi parte es infructífera e inútil.

-Creo que sabes los motivos por los que te he citado hoy...

Alarga su mano para tratar de tomar la mía y con escases de disimulo la retiro, no quiero sentir el contacto de su piel, no pretendo titubear o poner en duda lo que me ha costado días enteros definir. Hablar de días es minimizar, han sido años de navidades melancólicas llenas de recuerdos que no me pertenecen, de añoranzas que lastiman, de miradas perdidas y petrificadas en el otro lado del atlántico. Sé que le encantaría poder tener vista suficiente para visualizarla a ella, pero sé que la imagina, sueña con los ojos abiertos tratando de adivinar sus movimientos del otro lado del mundo.

Mi vida por un sueñoWhere stories live. Discover now