Reclamos para buscar la paz

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Debido a que Escorpio sigue sin dirigirle siquiera la mirada a Cáncer, Piscis se decide a ir a cuidar de ella en día de Luna llena. A tientas, empleando sus manos delante de sí, tocando todo a su paso, sale de su respectiva habitación y camina lentamente hacia la pieza de la mayor de la casa de agua.

Al llegar a la puerta de su destino, solo dándose cuenta cuando sus manos tocan el picaporte brillante, golpea ésta con los nudillos repetidas ocasiones, sin recibir respuesta.

—¿Cáncer? — le llama, pegando la oreja a la madera—. ¿Cáncer?

Por un segundo piensa que está dormida, lo que vendría siendo la mejor opción en esa circunstancia, pero logra captar el llanto de alguien. Quizás no la ha oído.

—Cáncer— le vuelve a hablar, ahora con más fuerza.

Cuando logra abrir la puerta, pronunciando una vez más el nombre de la mayor, un espejo de mano rompe el aire, casi rozando la mejilla de Piscis, e impacta sonoramente contra la pared a su lado, rompiéndose en miles de pedazos que caen al suelo, destrozándose un poco más. La menor da un salto del susto en su sitio, llevándose los brazos al pecho y con sus ojos aguamarina viajando por todo el sitio sin ser capaz de enfocarse en algo.

—¡¿Qué quieres?!— reclama la cangrejo.

Está vestida con un pijama holgado de color morado y su cabello completamente enmarañado yendo en diferentes direcciones. Piscis no puede verla, pero su rostro muestra múltiples emociones al mismo tiempo; enojo, frustración, desesperación, tristeza y melancolía. Sus mejillas ligeramente enrojecidas por el llanto y poco más, poseen líneas marcadas que descienden de sus ojos hasta llegar a su mentón debido a las numerosas lágrimas que las han recorrido. Además de que sus ojos se encuentran hinchados e irritados.

—So-solo quería ver cómo estás— murmura asustada la signo del pez.

—¡¿Cómo crees que estoy?!

Piscis en respuesta se encoge en su sitio, prácticamente abrazándose a sí misma. ¿En qué ha pensado? Ella no puede manejar algo así. Es por eso que Escorpio siempre se ha encargado de Cáncer en estos días, sobre todo luego de que Moses ya no se encuentra con ellos. Pero, ¿podría pedirle ayuda a su hermano? Los dos mayores de la casa agua siguen peleados. Se hace unos pasos hacia atrás mientras percibe la presencia de alguien más.

—¿Estás bien? — la voz del tatuado llega a sus oídos a la par que la palma de éste se posa gentilmente contra su hombro, por lo que deduce que se dirige a ella.

Piscis atina a asentir con la boca abierta en un intento de pronunciar palabra sin éxito alguno. Los ojos color vino del más alto observan minuciosamente a la más baja en busca de alguna herida o moretón y, al ver que ella se encuentra bien, se gira en dirección a la signo de ojos grises que se sujeta la cabeza con ambas manos mientras se tambalea de un lado a otro.

—Vuelve a tu cuarto— le indica a la menor, pero ella niega con preocupación.

Resoplando con frustración por la nariz, toma a Piscis de los hombros y la posiciona en el pasillo en un intento de evitar que, entre todo el caos, salga lastimada.

—Espera aquí.

La peliazul asiente nuevamente. Escorpio vuelve al interior del cuarto y observa los trozos de vidrio sobre el suelo, al lado de la puerta, mientras la parte metálica del objeto permanece aún intacta. Piensa que tiene que recogerlo justo cuando Cáncer lanza otra cosa más en su dirección. Aun si se trata de un peluche que ha tomado de la cama, el varón atina a esquivarlo, siendo así que el animal de felpa termina cayendo sobre el piso del pasillo, casi a los pies de la pez.

Estrellas juntasWhere stories live. Discover now