1982

18 3 0
                                    

Salí por fin de la oficina, era de noche y apenas quedaban otros dos compañeros "trabajando" que solo estaban en la sala de descanso hablando de lo únicamente entendía como un autentico griterío. Yo me había pasado todo el día trabajando, todo por conseguir un poco de dinero y poder volver a mi casa de una vez. Las palabras de mi jefe todavía me palpitaban en las sienes "Hasta que no termines toda esa mierda no te vas a tu puta casa, si quieres tener algo de dinero hoy"¿Quién se creía ese tipo para mangonearme de esa forma? Yo tenía mi dignidad... pero no tenía el dinero. Y tristemente, el dinero mueve el mundo.

Salí de la oficina por las grandes puertas de cristal que daban paso a una gran avenida. El suelo estaba empapado, era de noche, hacía frio, no se veía ni un alma por la calle. Saque mi mano del bolsillo del abrigo de pana que llevaba y miré, como lo había estado haciendo durante todo el día, el reloj plateado que envolvía mi muñeca. La diferencia estaba en que mientras todas las otras veces que lo había mirado era deseando que el tiempo pasará con mayor rapidez, lo único que quería ahora era que retrocediera, porque era la una y media de la mañana, la noche era oscura y yo estaba llena de miedo.

Estaba parada justo en la gran entrada de donde acababa de salir. No sabía qué hacer. Era demasiado tarde para como para ir sola por las calles de la ciudad. Me podía pasar cualquier cosa, lo sabía, estaba completamente convencida de ello. Se me ocurrió volver a entrar y pedirle a alguno de mis compañeros si me podían llevar a casa, pero estaba harta de todo ¿Por qué ni siquiera tenía paz para ir a mi casa e intentar descansar? ¿Por qué mierda tenía que pedir ayuda para disfrutar de la soledad de mi tranquilo hogar?

En circunstancias normales cogía el autobús tanto para venir como para irme a mi casa, pero era demasiado tarde y no había autobuses funcionando a estas horas. No llevaba suficiente dinero para un taxi, por no decir que no llevaba nada. Así que no me quedaba otra solución que ir a mi casa andando a pesar de que me costaría como una hora volver a un lugar con calefacción.

Cuando comencé el camino todo parecía más o menos normal; llovía de vez en cuando, no caía demasiada agua, pero era bastante molesto. Los tacones estaban consumiendo mi vida poco a poco pero no me los podía quitar. Si lo hacía se me mojarían los pies, enfermaría no podría ir a trabajar, me despedirían, me quedaría sin dinero y me moriría aproximadamente en un año de desnutrición.

Odiaba todo, odiaba mi maldito trabajo cutre de secretaria, porque por lo visto, aunque estaba lo suficientemente formada como para ejercer de abogado, eso era un trabajo de hombres. Odiaba a mi jefe, la persona que me hacía la vida imposible, me insultaba, se metía con todo lo que hacía y de vez en cuando me soltaba alguna hostia porque sí, porque decía que no hacía bien mi trabajo. Únicamente me había contratado porque salía muchísimo más rentable, trabajaba el tripe y únicamente cobraba el 64% de lo que lo hacían mis compañeros varones. Odiaba mi sueldo de mierda, pero por lo menos me servía para comer. Odiaba mi uniforme, mis tacones asesinos y mi falda apretada con la que apenas podía comer porque si me pasaba quizás me ahogaría embutida en mi propia responsabilidad. Todo eso porque soy una mujer, estamos en 1982 y oye, que me jodan.

Mientras intentaba caminar sin resvalarme al mismo tiempo que pensaba en mi mierda. Tres hombres borrachos hasta las orejas salieron de un callejón, apenas se podían mantener en pie, pero sabían perfectamente como gritarme toda clase de obscenidades. En ese momento, me quite los tacones lo mas rápido que puede, y comencé a correr. Se me olvido complemente los riegos que me podían pasar, pisar lo que fuera, cortarme, resvalarme, enfermar. Todo me daba igual, únicamente quería huir para salvar mi vida de mierda.

La fría agua del pavimento relajo un poco mis pies doloridos al contacto con ellos o incluso puede que fuera el efecto de la adrenalina corriendo por mis venas. Aceleraba y me resbalaba, el aliento se me escapaba, la falda me apretaba, miraba a los hombres corriendo detrás de mi, ellos también caían y también se levantaban. Comenzaron a gritar más y más y más, se enfadaban. El hombre que iba a la derecha saco una navaja del bolsillo, estaban cabreados. Querían algo más que molestar.

Estoy segura de que fue por el miedo que recorría todo mi cuerpo, pero ya estaba a salvo, acababa de correr todo lo que no lo había hecho en la vida, los había despistado, no por mucho tiempo, pero por fin estaba en la puerta de mi casa. El problema llegó ahora ¿Dónde estaban mis llaves? No las encontraba, no las tenía y oía las voces de aquellos hombres buscándome. No tenía miedo, estaba a punto de morir de pánico.

Llorando todo lo que podía casi sin ver, conseguí llamar a mi vecina, quizás los timbrazos la despertarían. Pero también les dirían a ellos donde me encontraba. Uno... Dos... Tres.... Cuatro.... Y por fin me respondió. Ya veía mi final entrando por la calle. Pero me abrió. Lo conseguí, estaba viva, estaba bien.

Tras explicarle todo a la señora McMahon, me dio una taza caliente de té y me dejo quedarme a dormir aquella noche en su sofá. Por fin tenía un momento de paz para mí misma, para ser la dueña de mi vida. Para disfrutar.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Feb 18, 2017 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Mundos de palabras [Relatos] Where stories live. Discover now