Sábado. 31 de diciembre. El fin.

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8:00 a.m.

Ese Adan tan engendro me dejó sola viendo el maratón de Star Wars. Ese hijo de Han Solo sí que es feo, cómo de un padre tan lindo salió eso. Bueno lo mismo dirán de mi mamá y de mí, ella sigue siendo linda, gruñona, pero linda.

—¡Lauren!

Y hablando del rey de roma.

—¿Qué ma?

—¡Levántate ya! ¡Ven a desayunar!

Me había olvidado de nuestros acostumbrados desayunos del treinta y uno.

...

...

...

¡Arepas con caraotas refritas! ¡Yumi!

—Buenos días papá.

—¿Qué le pasó a su carro mija? Que está destrozado atrás

—No quiero que hablen de esa cosa en esta mesa. Mira nada más la desgracia que ocasionó el veinticuatro. El pobre de John aún está recuperándose de su pierna.

—Solo fue una cortada de cuatro puntos.

—Y yo culpando a John de que mis cuchillos habían desaparecido. La hubieras escuchado Miguel, como le decía obscenidades a ese otro carro.

—De verdad Lauren, jamás lo habría imaginado de ti.

—¿Podemos hablar de otra cosa?

—Sí. Hablemos de que estamos felices de terminar vivos otro año. Pese a todo, a las colas, a que no hay comida, ni medicinas, hoy estamos aquí los cuatro vivos, tenemos comida, gracias a Dios y a esta vieja que tiene que estar todos los días rodando sola con las bolsas, porque sus hijos son incapaces ¡Incapaces! De ir a hacer una cola, pero bien que les gusta comer sabroso, entonces uno dice, para qué críe esos manganzones, se creen polluelos todavía llorando con el pico hambriento para que uno tenga que sacarse la comida de la boca y dárselas...

—Mamá ibas por la parte de que gracias a Dios teníamos comida.

Uno la deja y ahí agarra y se extiende. Los discursos motivacionales de mi mamá son tan enternecedores.

—Ah sí, cierto... como decía, estamos este año juntos, y aunque ustedes solo sean una carga que ninguno termina de irse, de casarse, darme un nieto, moriré sin un nieto.

—Mamá, retoma el hilo de la conversación.

—Estamos juntos y espero que continuemos juntos el año que viene. Claro sería ideal si en esta mesa Lauren estuviera con un esposo, y John con una esposa y un bebé. John por favor en ti está mi única esperanza de ser abuela, ya sabemos que Lauren es caso perdido, pero tú... Yo te quiero tanto, eres mi muchacho, mi varón, mi fortaleza, tú me has dado tantas alegrías...

Y problemas. Siempre se olvida que sus mayores dolores de cabeza han sido por John, pero claro lloremos por John, coloquémosle un altar.

—Mamá usted sabe que yo la amo, es todo para mí.

Y ahí van los dos llorones, son el uno para el otro. Yo ya me estoy acabando mi arepa ¿Podré comerme otra?

¡Cuidado! Loca al VolanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora