Capítulo I

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Después de despedirse de los compañeros de su actual trabajo como asistente mecánico en una fábrica, Osomatsu ya cansado sube a su monoaerodeslizador, su vehículo compuesto por una enorme rueda, encima de esta separados por metal el asiento del conductor, a los lados dos tubos de escape de vapor, y una vez listo se acomodó sus googles que siempre llevaba en la cabeza. Osomatsu vestía una camisa blanca remangada llena de manchas de aceite y suciedad, la parte superior de su overol la llevaba bajo de su cintura, y en sus manos unos guantes gruesos de conductor, en su hombro derecho un sujetador hecho de cuero que cubría el inicio de su brazo robótico y la correa de esta cruzando su pecho.

Encendió su vehículo y partió, tardó unos minutos en calibrarlo como ocurre con algunos los aerodeslizadores hasta que se elevó un par de metros del suelo. Siguió su camino observando la muchedumbre que circundaba las calles empedradas, algunas vestían al estilo occidental, mujeres con largos vestidos, algunas cargando sombrillas, y hombres de trajes y sombreros de copa, aunque algunas personas seguían vistiéndose con estilo tradicional japonés.
Siglos atrás el país absorbió el estilo y costumbres del otro continente por lo que la mayoría de la arquitectura era de estilo colonial, aunque algunos barrios tradicionales seguían con la arquitectura oriental.

El semáforo comenzó a mover sus engranajes cayendo en el letrero rojo, por lo que se detuvo, y entonces escuchó aquel ruido familiar por lo que levantó la vista hacia el cielo, contemplando el enjambre de Zeppelines que se avecinaba como todos los días a la misma hora, llenando el cielo del atardecer, cada vez que esto ocurría una rabia venenosa lo invadía, odiaba esos Zeppelines​ del gobierno imperial que dicen que son para resguardar a la nación pero el joven sabía muy bien, al igual que muchas personas conscientes, que esos Zeppelines​ en realidad son lugares donde los científicos hacen sus experimentos militares de dudosa moral.

Finalmente, Osomatsu llegó a su destino, después de estacionar subió las escaleras del edificio, y finalmente llegó a su pequeño departamento. Al cerrar la puerta tras de sí se desplomó en el sofá de la sala sin energías, en verdad odiaba su trabajo, o mejor dicho odiaba trabajar, pero no tenia de otra, hace unos meses atrás acabó con todo el dinero que le dejó su tío Dekapan, quien desde hace poco había perdido contacto, aunque seguía teniendo la esperanza que este haya obtenido alguna información de sus hermanos, era lo único que Osomatsu quería.

Después de unos largos minutos dormitando, el chico se levantó, y se bañó en la regadera con agua fría ya que le dio pereza bajar a mover los engranajes de la caldera. Al terminar su baño se vistió con su ropa de dormir y como cada noche se sentó en el pequeño escritorio de su cuarto a estudiar todas las cartas que le había enviado Dekapan así como pedazos de noticias del periódico, cada vez que podía intentaba idear una manera de saber de sus hermanos, pero cuando creía encontrar una forma Dekapan se lo impedía mostrándole todas las fallas de su plan y pidiéndole una vez más que se calmara y esperara.

Hace dos años que ocurrió el evento, fue muy duro para el mayor por lo que para despejar su mente y no sufrir por lo ocurrido usaba el dinero que le brindaba su tío en carreras de caballos o en los casinos, así como antes solía hacerlo en el pequeño tiempo que fue un nini junto a sus hermanos, actuar como en el pasado le hacía sentir que nada había cambiado, aunque ahora se lamentaba de gastar tanto su dinero, la única buena inversión fue su vehículo.

— Mmm... no cabe duda... — pensó para sí con determinación - Es más probable que encuentre información en el distrito noreste... — declaró recargándose en la silla — Ahhh ¡Bien! — expresó con más animo — Escaparé sin pagar el alquiler de este mes y me iré, después de todo ya me pagaron — expresó sin ningún escrúpulo pasando un dedo bajo su nariz de manera despreocupada y pensó sin más - Ya encontraré otro trabajo basura si se me acaba el dinero.

El siguiente día llegó, otra vez en la mañana escuchó el fuerte sonido de las chimeneas de las fabricas cercanas, era lo malo del lugar, tener que escuchar aquel pitido cada mañana era molesto pero era soportable considerando lo bajo que era alquiler, aunque ahora que iniciaría su viaje no tendría que preocuparse más por estos detalles.

Mientras salía de su habitación ya vestido, con su mejor traje, pantalones y chaleco sin mangas de tela marrón oscuro, camisa blanca, chaqueta corta de tela fina color carmesí al igual que su pañuelo que rodeaba el cuello de su camisa, guantes de cuero y con sus inseparables googles sobre la cabeza.

La mañana estaba despejada, el sol matutino entraba por las ventanas, un día lleno de energía, Osomatsu planeaba desayunar y arreglar todo para su partida, pero se sentía extraño, algo que lo invadió desde el momento que despertó, que no podía explicar, como si tuviera el presentimiento que algo ocurriría, por lo que contempló unos instantes la puerta de salida. Se paró frente a la puerta contemplándola por unos momentos, no sabía porque lo hacía por lo que para esclarecer aquel sentimiento de opresión posó su mano en la manilla y finalmente la abrió. No había nadie tras de ella, solo el pasillo vacío, dio un paso hacia afuera y de costado miró a su derecha y bajó la mirada, no podía creer lo que veían sus ojos, de la impresión quedo estático sin articular palabra, solo un gemido proveniente de su garganta.

Un chico de apariencia similar a Osomatsu pero de un semblante más delicado se encontraba sentado en el suelo con sus piernas flexionadas donde apoyaba su rostro, parecía dormir, vestía una chaqueta larga de una tela más fina que la de Osomatsu de color rosa, al igual que su sombrero de copa, pantalones de tela marrón claro cuadrille, un chaleco también del mismo color y una corbata en el cuello de su camisa blanca.

— To-Todomatsu — pudo finalmente pronunciar palabras un sorprendido Osomatsu.

El chico de rosa de a poco comenzó a despertar, mientras pasaba una mano por su ojo volteó a ver a quien se encontraba de pie a su lado y al reconocerlo también abrió los ojos como platos.

— ¡Osomatsu-niisan!

Hubo un momento de silencio entre ellos contemplándose como si quisieran confirmar la existencia del otro, y entonces los ojos del menor se humedecieron.

— ¡Osomatsu-niisan! — gritó llorando levantándose y lanzándose a los brazos del mayor.

—Todomatsu... — respondió correspondiendo el abrazo.

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N/A: continuará, acepto cualquier sugerencia o comentario, saludos.

Cayendo en el Éter [Steampunk] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora