8. Resignación: ¡adiós amor mío!

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Las manos que recorrían su cuerpo lo estaban llevando al borde de un precipicio, llenándolo de descargas eléctricas y escalofríos. Tenia miedo y se sentía un cobarde pero creía tener el coraje para soportar esa tortura. El gastado y delgado hilo de su amor propio se había roto, regalándole a esa persona egoísta su corazón, su mente y su alma, todo dentro de si ya no le pertenecía, justo en ese momento en que esos labios besaban su cuello Jaejoong se dio cuenta. Y aunque sabia que era estúpido se sintió feliz.

En este momento eres mio, me perteneces a mi, tanto como yo te pertenezco a ti.

Ese sábado a plena luz del día, el joven pelinegro decidió que ya no le importaba nada, no le importaba salir lastimado, si Ye Seul estaba siendo engañada, si Yunho después se alejaba, no le importaba porque su ser ya no le pertenecía y ya no lo sentía como propio, no le importaba porque todos esos recuerdos hermosos Yunho no los tiraría por la ventana. Y aunque tomara demasiado tiempo o el resto de su vida, algún día conseguiría que su mejor amigo lo mirara con la misma confianza.

– ¡Yunho! ¡Jaejoong! ¡bajen a comer algo!

Mi tiempo se acabo Yunho.

El moreno se paralizo y fue consiente de la situación, estaba a horcadas sobre su mejor amigo, al que le había quitado la camisa, Jaejoong tenia los labios rojos e hinchados por los besos que él le había dado, la piel de su cuello y hombros estaba irritada y rojiza, su suave cabello negro estaba alborotado regado sobre el colchón de su cama, la blanca piel de sus mejillas ardía con un furioso sonrojo, pero sus ojos negros brillaban de manera intensa y su boca estaba curvada en una sonrisa.

– Jaejoong tu...- un dedo se poso sobre sus labios mientras su acompañante se incorporaba.

– te amo Yunho.- sus ojos se abrieron desmesuradamente.– te amo y eso me duele.- el pelinegro sonrió aun mas.– pero al menos puedo decir que cumplí uno de mis sueños.- un casto y cálido fue recibido por sus labios.– tus labios han sido mios hoy, tus ojos por un momento solo me miraron a mi y tu corazón se acelero por tenerme cerca.- el moreno noto como los ojos de su amigo se cristalizaban.– yo se que tu no me amas, pero con esto que me ha regalado tu imprudencia me basta.- termino de decir el pelinegro, por fin el castaño despertó de su letargo y se alejo permitiendo al otro chico colocarse su camisa.

Esa sonrisa es cruel y paraliza.

Los ojos de Jaejoong le regalaron una ultima mirada antes de que se alejara diciendo.– cuando superes el shock... Baja o tu madre va a matarte.- luego de eso le dio la espalda y se alejo.

Aunque pasaron todo el día juntos casi no hablaron, miraron una película junto con Ji Hye y la madre de Yunho, comieron juntos y cuando llego el momento de despedirse ambos se sintieron perdidos parados uno enfrente del otro.

– Jaejoong.- puso una mano sobre su hombro.– yo no puedo hacerle esto a Ye Seul, no se porque lo hice y en serio te pido que me perdones, no quiero que nuestra amistad cambie y...- el moreno se detuvo asustado cuando vio una solitaria lágrima correr por la mejilla de su amigo que mantenía la cabeza agachada, lo tomo de la barbilla para poder ver sus ojos y una enorme y brillante sonrisa lo sorprendió haciéndolo sentir vértigo de nuevo junto con ese extraño cosquilleo en la boca del estómago solo que esta vez también se le hizo un nudo en la garganta y por ello no pudo decir nada.

– lo se, no te preocupes por eso solo... Solo dame tiempo.- el pelinegro tomo la mano que se había posado en su hombro y la apretó firmemente.– algún día... Todo volverá a ser igual.

Y como si nada Jaejoong comenzó a caminar con la espalda ergida, la mirada al frente y una hermosa sonrisa que nunca desapareció, ese chico de piel lechosa brillaba con luz propia y Yunho pensó que ese brillo ante sus ojos opacaba a la luna y que casi, casi parecía que no le habían roto el corazón ese día, y el moreno habría pensado eso, porque estaba seguro de que cualquier persona que viera a ese ángel lo creería, si no fuera porque el había sido el culpable de romper su corazón ese día.
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Kim Mikyeong estaba agradecida con la vida que le había regalado a dos hombres maravillosos, su marido era un hombre comprensivo y amable mientras que su hijo era un adorable muchacho honesto y humilde, ambos siempre alegres y trabajadores. Tenia junto con su esposo un pequeño restaurante en el que su hijo ayudaba como mesero y atrayendo clientela con su inusual belleza. Realmente no les faltaba nada y vivían tranquilos, aunque siempre llenos de trabajo.

En busca del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora