Dar la cara.

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Estaba acostumbrada a usar gorros para toda ocasión, pero ese día estaba dudando en si entrar o no con uno, casi con nervios al pensar que la gente a su alrededor creyera que quisiera esconderse, al final entró sin el gorro rojo que había llevado ese día, dejándolo en su asiento. Las miradas no se hicieron esperar desde que bajó del auto que siempre la llevaba a todas partes y después de que Peter le deseara suerte se despidió. Al menos sus modales habían regresado. 

Se suponía que no debía regresar sin su estudio psiquiátrico a la institución, pero su padre se había encargado de convencer a la dirección de la escuela para aceptarla, siendo que su psiquiatra no había podido completar su estudio debido al incidente con su anterior paciente.

Solo poner un pie dentro de la institución se encontró con el psicologo escolar. David West la detuvo con un "buenos días" a lo que ella solo asintió en forma de saludo y habría seguido con su camino de no ser que este se había puesto frente a ella.

—¿Estas mejor?— al notar una respuesta casi dudosa por parte de la chica se rió de si mismo— Claro que si, por eso regresaste... Me disculpo por la pregunta.

Becca lo miró como esperando explicación del por qué le estaba estorbando, después de todo ese hombre era de oficina y solo salía para comer, así que si estaba ahí precisamente para lo que parecía un recibimiento o escolta era porque la situación no se había calmado con ella. Al ver que la chica solo observaba, David suspiró pesadamente para proceder a darle la instrucción breve que debía dar.

—Lo siento Becca, a parte de tu visita con tu psiquiatra fuera de la institución tendrás que visitarme mínimo dos veces por semana.— Becca sintió como todo su estomago se reprimía, pero apenas estaba comenzando. —Estarás en constante supervisión hasta que no tengamos tus resultados, tus descansos los tomaras en sala de orientación, estarás obligada a la convivencia con tus compañeros de aula y de institución,  y los fines de semana...

La chica había girado un poco la mirada a otra parte para ver a la nada y solo perderse en si misma de  nuevo. Su padre había hecho un muy buen trabajo escondiendo y protegiendo a su niña bastante bien, en primer lugar había evitado que la metieran en la cárcel o algo así, que ella quedara como victima ante todos y sobre todo que el caso no saliera fuera de las paredes de la institución.

—¿Estas de acuerdo?

La chica regresó la mirada al rostro del psicólogo, realmente no lo veía, ponía sus ojos en cualquier lado de su rostro que no fueran sus ojos.

—¿Es una pregunta opcional?

—Muy lista. —sonrrió David incomodo, tenía razón, eran reglas nuevas exclusivas para ella.—Me enteré que tu psiquiatra tuvo un atentado.

—Si, no hablamos de ello.

—¿Le conoces?

—Somos médico-paciente, solo hablamos de mi y es todo.—Becca vio su reloj, casi pone los ojos en blanco al ver que solo faltaban dos minutos para la hora de clase. Odiaba llegar tarde a cualquier lugar y esos dos minutos le apresurarían para llegar a su aula.— Lo siento, ¿Es todo?...— preguntó impaciente.

El psicólogo se hizo a un lado con una mueca que quería simular como sonrisa, la cual no logró en lo absoluto. La chica siguió con su camino a paso aún mas veloz. Según ella había llegado casi quince minutos antes, seguro que se había ido el tiempo entre los silencios con el tedioso psicólogo.

¿Y cómo se había enterado? Seguro su padre había hablado de más para volverla a salvar de una expulsión porque supuestamente la chica no podía estar ahí a menos que tuviera un acta firmada que aprobara su salud mental.

Hannibal Lecter es mi psiquiatra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora