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Amber se dió cuenta de que Las Bestias dormían, ahora por fin podía ser ella.

Era una noche estrellada, muy clara por la luna llena y podía ver todo perfecto en la vieja casa. Se levantó del piso y abrió la jaula, había hecho una copia de las llaves cuando Los Monstruos dormían hace 15 lunas. Al abrirla y dar un paso hacia el exterior sus ojos se iluminaron y su sonrisa se ensanchó:

Al fin afuera.

Salió corriendo esquivando a Las Bestias con rumbo a la puerta. Hasta allí todo bien, salvo por el pequeño detalle de que ella tenía la altura de un niño de 7 años y la manija estaba a la altura de la mano de Los Monstruos.

Harían falta 20 Ambers una sobre otra de pie para alcanzar la manija paradas de puntas, pero ésta sola Amber podía pensar como todas ellas juntas.

Conocía el lugar de memoria, dado que Las Bestias de día la hacían limpiar cada resquicio de la casa hasta relucir, que pudiesen ver sus horribles y grandes caras. Por eso, bien sabía que al lado de la puerta habia una mesa, aunque todo estuviera oscuro. En ese momento recordó que hace algunos días atrás cuando planeaba el escape, encontró en el baúl de roble de la Bestia Del Medio cuatro cuchillos y dos tenedores como los de los hombres humanos.

Había guardado el hallazgo en su jaula, porque allí siempre daba la luz del sol y Los Monstruos no se acercaban, entonces volvió por entre Las Bestias a la parte del fondo de la cocina, donde se encontraba la jaula.

Ya con lo necesario en sus manos, Amber volvió hacia la mesa y la escaló con la ayuda de los cuchillos, clavándolos en la madera enmohecida.

Listo, hasta allí todo fue fácil. Ahora restaba saltar, alcanzar el picaporte y colgarse para hacer peso y que la puerta se abriese. Intentó saltar, pero no llegó hasta la manija y calló al piso. La pobre Amber tuvo que volver a escalar la pata de la mesa para intentarlo nuevamente.

Tras tres intentos alcanzó la manija y se aferró a ella con toda la fuerza que tuviesen sus pequeños bracitos. Para su suerte, el plan funcionó y la puerta se abrió lo suficiente como para dejar que la pequeña saliera.

Se dejó caer al piso y corriendo salió hacia afuera, levantó la vista y quedó atónita, ella nunca había salido de la casa y aquello fue lo más maravilloso que jamás vió:

El exterior era precioso, el suelo era increíblemente morado interrumpido aquí y allá con arboles de tronco amarillo y copa azul llenos de flores rojas. A lo lejos se veía un arrollo de fluorescentes aguas amarillas. Era hermoso. Maravilloso. Aunque diferente de como Amber lo había visto en un dibujo dentro del baúl de roble en donde se veía pasto y copas verdes con troncos marrones y un arroyo azul.

Después de un rato, cayó en la cuenta de que había pasado demasiado tiempo afuera y estaba amaneciendo, Los Monstruos se despertaban con el primer rayo que entrase por la ventana. Amber debía apurarse si no queria que la atraparan y la castigaran. Volvió a la casa, ya mañana lo intentaría de nuevo ahora que sabía que el plan había funcionado.

Cuando Las Bestias DuermenWhere stories live. Discover now