Capítulo 5: El tercer viajero

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—Cóler, estaba pensando que, si no te parece mal, podríamos parar a comer algo —sugirió Frel al viejo, que iba delante sobre su caballo.

—Si fuiste el primero en pedir que nos largáramos cuanto antes...

—Lo sé, pero ya casi hemos llegado a la parte más alta del Paso de Láber y el hambre aprieta. Además, desde aquí atrás oigo rugir tu estómago.

Cóler enrojeció, sin volver el rostro para que su compañero no lo detectara. Aún a sabiendas de que tal afirmación era falsa, imposible para el guerrero el haberle escuchado desde donde se encontraba, en realidad llevaba toda la razón en cuanto a que comenzaba a tener hambre, por lo que, tras pensarlo un poco, decidió hacerle caso.

Frel sonrió victorioso y no tardó en atar su caballo a un joven y delgado árbol, para correr a hacer lo mismo con el que cargaba con el desconocido que llevaban consigo.

—¿Cómo es posible que siga dormido? ―preguntó el joven mientras le bajaba de su montura—. Se quedó inconsciente de la impresión. Si al menos hubiera sido por un golpe, entendería que siguiera así.

—En eso soy yo el culpable ―confesó el anciano ya con sus pies en el suelo.

—¿Un conjuro?

—No, algo más sencillo. Hace muchos años me enseñaron a preparar una infusión que me ayudaría a dormir profundamente, en un tiempo en el que sufría de insomnio.

—Seguro que funcionó, viendo como este sigue dormido.

—Y tanto que funcionó. —Cóler se sentó a la sombra de una gran roca, cuyo tacto era frío y agradable para apoyar en ella la espalda en un día tan caluroso como el que estaban sufriendo, en parte un poco más bochornoso que los que lo precedían—. Me excedí con las cantidades que me recomendaron de las diferentes especias y me mantuvo dormido durante tres días con sus noches al completo.

—¿Estás de broma?

—No, en absoluto. Pero tranquilo, con él usé las cantidades precisas para que durmiese unas doce horas. No creí necesario más tiempo.

—Bueno, eso es un alivio; no quería demorar demasiado el interrogatorio.

Frel se sentó apoyándose en la misma roca y sacó un poco de pan y queso, que ofreció en cortadas al anciano.

—Gracias, pero parece que coincidimos en el menú. —Cóler le mostró un pañuelo y, al desenvolverlo, dejó al descubierto unos bollos de pan y medio queso curado de oveja, según el envoltorio del mismo.

—Buena elección del queso. Guárdalo para más adelante.

—Quizá debimos ponernos de acuerdo en esto y haber comprado algún otro tipo de fiambre —bromeó Cóler.

* * *

Desde que salieran de Nueva Tabsa, algunas horas antes del amanecer, no habían hablado demasiado. El joven guerrero apareció con tres caballos en el punto establecido y encontró al viejo y su títere andante apoyados en la pared de la última casa del pueblo. Montaron en los animales y se dirigieron al este por el camino ascendente de la montaña, menos usado que la ruta sur del valle Rémani. No era un mal camino para un viaje ligero de equipaje, dada la pendiente que llegaba a presentar el mismo, por lo que las carretas debían hacer una ruta más larga si querían dirigirse al mismo destino.

En el viaje, apenas se cruzaron con unas pocas personas, algunas a caballo, las menos a pie, sin dirigirse más que alguna seña o un sencillo saludo de cortesía. Por supuesto, les llamaba la atención que el caballo que iba en medio de la pequeña comitiva llevara sobre sí a un hombre como si fuera un simple fardo, con el estómago pegado a la silla, pero, sabiendo en qué se estaba convirtiendo Nueva Tabsa, lo mejor era no preguntar y continuar su camino sin incidencias de ningún tipo.

Cautivo de las tinieblas (saga Ojos de reptil #1)Where stories live. Discover now