Tercera Parte: Valentía

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El descontento social se puede definir como la falta de conformidad con una situación que pasa en la sociedad de la cual el ser vivo está habitando en el momento

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El descontento social se puede definir como la falta de conformidad con una situación que pasa en la sociedad de la cual el ser vivo está habitando en el momento. Así era como Andrea se sentía cuando pasaba largas horas en el castillo, mirando a través del balcón de su habitación. Veía la libertad de las aves, que cada mañana, al amanecer, gorjeaban en su ventanal. No sentía ni siquiera gozo al escuchar ese trino, su alma quería y añoraba ser tan o más autónoma que esos pájaros de pecho rojo. Un día equis, tomó sus cosas reuniendo sus objetos con valor sentimental, algo para sobrevivir unas cuantas horas, se escabulló por el patio trasero y saltó la pared con un poco de dificultad, cayendo de lleno a la tierra. No había empezado bien.

Sin embargo, en el reino, los reyes habían tomado medidas aprehensivas en cuanto a los herederos hace casi una semana, estos ni siquiera podían salir al patio del palacio. Leo y Adrain se veían sólo en las comidas y tampoco podían mostrarse afectuosos, así que había sido extremadamente difícil para ellos.

Para agregarles más problemas a la familia real, los periodistas habían logrado conseguir algo de información para subir reportajes en el sitio web del periódico. Y los reyes ya se habían enterado. Patrick había tenido la peor reacción que jamás se esperarían los monarcas, la ira se había apoderado de él y tenía tanto de esto acumulado en su torrente sanguíneo, que, cuando Louise intentó amenizar el ambiente; le levantó la mano, intentando amenazar con violencia. Edgard había salido a la defensa de su esposa al ver la mano de Patrick agitarse en el aire. Este, al ver que nadie había justificado sus acciones; se fue, dando golpes para todos lados. Tenía que descargarse de alguna manera.

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Carolina era, supuestamente, el prototipo de princesa perfecta. En realidad, todo era al revés. Esta vez, sobrepasaría sus límites. Odiaba a todos los demás herederos, hasta sus hermanos. Detestaba la idea de que quizás ella no ganara la corona, envidiaba a las demás princesas porque ellas no tenían las mismas complicaciones que la fémina. En fin, sólo quería verlas muertas. Agonizando en el suelo, suplicando por piedad. Ahí, por fin sería feliz.

Ansiaba el poder con la más profunda fuerza de su corazón, al igual que una niña pequeña con su muñeca. Nadie la entendía, nadie sabía porqué estaba tan enfermizamente obsesionada con un puesto que años después se le deshacía en las manos como arena. Por fuera, era lo más lindo que podía existir en una chica, pero estaba podrida.

Recordó a la familia más maligna de Evyville, Kentucky. Michelle y Lara habían sido sus amigas desde que estaba en el otro reino, la entendían. Apoyaban su obsesión por la corona y todos sus privilegios.

«Estoy segura de que estarán de acuerdo con lo que tengo planeado » pensó con una sonrisa bizarra.

Y llegó a tal horrible casa, donde sus amigas la esperaban con ansias. ¿Qué tan malo podía ser después de todo su gran proyecto?

Todos la conocían en casa; ella era la única princesa querida en tal hogar.

—Bueno, se que todos aquí tenemos un propósito en común, ¿No? — Carolina habló con tanta fluidez que sorprendió a la familia —. Conseguir el poder, ¡Tener la maldita corona en nuestras manos!

— ¿Qué tienes que ver tú, Caro? — Michelle alzó una ceja, incrédula.

—Sé que quieren matar a mi familia y a la otra— tomó aire para seguir conversando —. Siendo sincera, yo también lo añoro.

—¿Tú quieres matar a tu propia familia? — Camil parecía incrédulo hacia las palabras que había oído de parte de la chica.

—Sí, nadie me comprende; todos piensan que estoy enferma — la castaña rodó los ojos—. Sé que tienen un plan y quiero unirme a ustedes, ¿Qué les parece?

Si no puedes con ellos, úneteles — replicó Karla con una expresión macabra —. Está bien... ahora sabrás que tu futuro será mejor y no te arrepentirás.

De vuelta en el reino, todo parecía estar relativamente bien; era la misma situación, pero Esmeralda sospechaba que faltaba alguien, en realidad, dos princesas. Carolina, que, quizás estaría haciéndose la manicura y Andrea, quien había estado callada toda la semana.

Escabulléndose, buscó en todas las habitaciones del castillo, y en ninguna se encontraba la muchacha. No sabía si decirle a sus padres, si quedar en silencio y sufrir sola. Era un mar de ideas y ninguna podía concretarse.

La pregunta era... ¿Dónde estaba Andrea?

 ¿Dónde estaba Andrea?

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Las decisiones de los monarcas luego de haber visto aquella noticia criticando el mandato, les había quitado esa regla de no salir del palacio. Tenían libertad, pero no del todo. Una vez que pudieron escapar de las habitaciones, el amor floreció. Leonardo no aguantaba mucho más tiempo alejado de Adrain, el de anteojos tomó al pelinegro en cuanto lo vio, lo arrastró hasta el patio trasero, buscó el lugar más recóndito de este y lo pegó contra la muralla. El heredero ni siquiera alcanzó a jadear cuando sintió los esponjosos y cálidos labios de Leonardo en los suyos, intentaba transmitirle todo lo que sentía por él. Pero, en realidad percibía deseo. No lo iba a negar, lo extrañaba de la misma manera o más intensa, y, en ese preciso instante, él también anhelaba el cuerpo del príncipe mayor. Mientras este se apoderaba de su boca, él aprovechaba de tocar con sus delicadas manos, el tronco de Leo.

Se separaron luego de un largo minuto, lleno de emociones. Se miraron, agitados; intentando regular sus respiraciones. De todas maneras, el de anteojos sintió algo que jamás había experimentado en su vida pasada. Su corazón estaba arrítmico, sus pupilas dilatadas y sus manos sudorosas. Adrain no estaba muy lejos de eso, miraba al suelo, dando resoplidos fuertes. La situación se les había escapado de las manos, después de todo, no tenían nada. Además, el pelinegro era más conservador con aquel tema de intimar. Para el, el acto debía ser con alguien que te apreciara de verdad. ¿Leo lo hacía? No tenía ni la menor idea.

            ¿Qué es ser verdaderamente valientes? ¿Seguir tus ideales o aceptarte a tí mismo?


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